POLÉMICA VERJA A INSTANCIA DE LOS GRIEGOS

Turquía y Grecia divididas por el muro antiinmigrantes

Botes hinchables

Botes hinchables / periodico

ANDRÉS MOURENZA / Orestiada (Grecia) Edirne (Turquía)

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Cuando Yilmaz acude a trabajar sus campos, intercambia un respetuoso saludo con su vecino de labrantía. Lo peculiar de la situación radica en que el huerto de Yimaz, situado en la provincia de Edirne (noroeste de Turquía), linda con el territorio de Grecia y su vecino es ciudadano de otro país. Sólo unos carteles militares en turco y sus correspondientes en griego indican que la planicie deja de ser un estado para convertirse en otro, que además forma parte de la Unión Europea.

Sin embargo, la ronda de saludos podría interrumpirse si Grecia continúa con su iniciativa de construir una verja similar a la que separa Ceuta de Marruecos o Estados Unidos de México. Grecia y Turquía comparten una frontera terrestre de 206 kilómetros, la mayor parte de la cual queda delimitada por el río Evros, pero existen 12,5 kms al descubierto, que el gobierno de Atenas pretende vallar con una alambrada de tres metros de altura protegida con cámaras térmicas y sensores de movimiento.

La razón es que esta docena de kilómetros se ha convertido en un coladero de inmigrantes y refugiados dispuestos a cumplir su sueño de alcanzar Europa. El pasado año, las policías griega y turca detuvieron en esta zona a más de 47.000 sin papeles aunque se calcula que cada día entre 200 y 300 personas cruzaron la frontera de manera ilegal debido a las facilidades del terreno.

División de opiniones 

La valla ha dividido a ambos países, aunque no en las altas instancias --el ejecutivo turco, que dirige el conservador Recep Tayyip Erdogan, apoya los planes del gobierno del socialdemócrata Yorgos Papandreu-- sino especialmente entre la población que habita las dos márgenes del río Evros.

“No queremos levantarnos por la mañana y ver un muro delante de casa”, afirma Agah Korkan, alcalde de la pedanía de Karaagaç, la población turca más cercana a Grecia. En los meses cálidos, Karaagaç es un ameno lugar al que acuden los habitantes de Edirne para hacer picnic, beber y pasar el día bajo los chopos. En muchas ocasiones, los habitantes ven llegar a los inmigrantes a plena luz y luego esconderse entre los campos hasta la noche para poder cruzar sin ser vistos por los soldados turcos, los policías griegos o las patrullas del FRONTEX, que desplegó 200 efectivos en este lugar el pasado octubre para ayudar a las desbordadas autoridades helenas.

“Antes se decían que el muro de Berlín era el muro de la vergüenza y fue derribado”, recuerda Korkan, quien asegura mantener excelentes relaciones con sus vecinos del otro lado de la frontera: “A menudo vienen aquí y se toman un café con nosotros. Para nosotros es un poco más difícil cruzar, porque es territorio de la Unión Europea”. Sea como fuere, la mayoría reconoce que los inmigrantes no hacen daño a nadie, aunque otros, como Ahmet Sari, se quejan de que, al cruzar de noche, los sin papeles les pisan los cultivos provocando pérdidas de unos 2.000 euros por labrador afectado, por lo que dan la bienvenida a la valla griega.

Según una encuesta del diarioEthnos, 8 de cada 10 griegos apoya la construcción de la valla, que debería estar lista para finales de marzo, cuando las patrullas del FRONTEX, si su misión no es renovada, ya se habrán retirado. Sin embargo, cientos de personas se manifestaron el pasado día 15 de enero en Atenas para protestar contra el muro, en una marcha que fue atacada por miembros de la ultraderecha griega, que, por supuesto, defiende que se erija una barrera contra los inmigrantes.

Solución a corto plazo

En la comarca griega de Evros, todos coinciden en que hay que hacer algo, ya que la avalancha de inmigrantes está adquiriendo proporciones incontrolables, pero muchos dudan de la utilidad de una valla: “Si se construye, la gente se sentirá más segura, pero se trata de una solución extrema y que no acabará con el problema. Seguirán viniendo y luego, o se quedarán esperando al otro lado de la valla o cruzarán por el río”, opina Vangelos Maraslis, primer teniente de alcalde de la localidad de Orestiada.

La UE, así como diversos organismos de la ONU, han criticado la valla recordando que es una medida “a corto plazo”, algo que el ministro griego de Protección Civil, Christos Papoutsis, ha tachado de “hipocresía”. “(La UE) denuncia a Grecia por no cumplir sus obligaciones de proteger la Zona Schengen a la vez que se le prohíbe reforzar sus propias fronteras”, criticó.

En toda Grecia, viven de forma clandestina entre medio y un millón de inmigrantes, en su mayoría procedentes de Afganistán, Pakistán, Bangladesh, Irak o Somalia. A casi todos se les ha dado una orden escrita de abandonar el país, pero lo que suelen hacer es probar fortuna en otros estados de la UE. Sin embargo, como denuncian los griegos, si esos países detienen a los inmigrantes indocumentados, pueden devolverlos a Grecia. “La inmigración ilegal es un problema de toda Europa, no deberían dejar sola a Grecia”, reprocha Christos Farmakidis, del municipio de Nea Vissa.

Tráfico de inmigrantes

Buena parte de los adultos de cierta edad de esta zona ha trabajado en otros países europeos, especialmente en Alemania, contribuyendo a su desarrollo. Ahora, los países más ricos de la Unión les niegan su apoyo, por lo que es normal que sientan que Bruselas no es sino una vieja hipócrita.

Sin embargo, también es cierto que en la zona hay quienes se aprovechan de los inmigrantes cobrándoles por indicarles el camino más fácil para llegar hasta la UE. “Desde luego, en Edirne hay gente que trafica y que está en contacto con gente del otro lado (Grecia)”, denuncia Erdal Akgün, concejal de Edirne.

De acuerdo al Programa de Investigación sobre las Migraciones de la Universidad Koç de Estambul (MIREKOÇ), el tráfico de inmigrantes en Turquía está controlado en más del 70% por redes informales formadas por pequeños grupo que ofrecen sus servicios a los inmigrantes. Tan solo el 30% del negocio lo ejercen las grandes mafias del tráfico de seres humanos. Se calcula que más de un millón de personas han atravesado de forma irregular Turquía en las últimas dos décadas dejando cerca de 1.000 millones de euros en los bolsillos de estas redes.