Control demográfico en China

Multa por el segundo hijo

Fuera de la ley 8El profesor Yang Zhizhu con sus dos hijas.

Fuera de la ley 8El profesor Yang Zhizhu con sus dos hijas.

A. F.
PEKÍN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Yang Zhizhu se vende como esclavo. Es la única vía, dice, para saldar su deuda con el Estado: 240.000 yuanes (26.000 euros) por su segunda hija. Vino con una multa y un despido bajo el brazo en lugar del pan. Yang era profesor de Derecho en la Universidad de Política de Pekín cuando su mujer quedó de nuevo embarazada. El día que daba a luz, la universidad publicaba las nuevas sanciones por violar la planificación familiar: tres años sin promociones y uno de salario congelado. El distrito de Haidian calculó la multa multiplicando por nueve su sueldo anual. Fue despedido tras negarse a pagarla.

«Pago mis impuestos, mis hijas también lo harán. Alimento a mi familia, no lo hace el Gobierno ni la sociedad. ¿Por qué la multa? ¿Y cómo la pagaré sin trabajo?», exclama Yang. En su pequeño piso en el este de Pekín es difícil caminar sin pisar juguetes. Las láminas dibujadas apenas dejan ver un palmo de pared. Vive con su padre jubilado, que hoy pasea orgulloso a sus dos nietas por el parque. Educado en la obediencia confuciana y en la prevalencia del sacrificio personal frente al interés nacional, meses atrás recomendaba abortar. A la madre le faltó valor, e insistió a su marido en pagar la multa. Yang se negó por principios.

Multas disuasorias

Yang es el más conspicuo rival de la política en 30 años. Su blog recibe miles de visitas. La mayoría le jalea y pocos le llaman insolidario. En una web china, el 91% de los 75.000 internautas le respaldó. Se explica más por la lógica solidaridad a una injusticia que por la resistencia popular. La ley es ampliamente aceptada por la sociedad. Ocurre que una minoría en China son muchos millones, pero no es asunto que preocupe demasiado al Gobierno. Yang ha sido portada en todos los medios oficiales, donde la protección de la armonía social censura cualquier protesta peligrosa de contagio.

El importe de la multa es disuasorio. Suele multiplicar varias veces el salario anual. Para eludirla muchos no declaran a los hijos ilegales. Carecen entonces de registro o hukou, privados de sanidad y educación. Según los expertos, hay millones de niños en negro. En el reciente censo se prometieron multas más livianas a quienes los afloraran, sin resultados. En la China rural, la pillería y la corrupción eluden la ley a menudo.

En China escuece ver a famosos con dos hijos. Los ricos que pagan la multa son un porcentaje despreciable que no desbarajusta las cuentas, pero sí siembran malestar social. «El problema existe, pero la multa es suficiente. Animamos a todos a tener un hijo. Si tienen más, utilizan más recursos, por eso el pago extra», dice Ru Xiaomei, del Comité de Planificación Familiar.

La política suele verse reducida en la prensa global a los excesos en su aplicación, tan salvajes como residuales hoy. Son obra de asilvestrados gobiernos locales, preocupados por impresionar a Pekín con el cumplimiento de sus propias directrices. «En los años 80 hubo muchos abusos, pero el tiempo ajustó la política al menor deseo de fertilidad. La resistencia se ha debilitado, la violencia hoy es esporádica», sostiene el académico Wang Feng. «Hay pocos casos. Siempre en niveles locales, con funcionarios muy rudos. Formamos a nuestros trabajadores para que respeten los derechos humanos y los despedimos si no lo hacen», añade Ru.

TEMAS