CRÓNICA DESDE MOSCÚ

Aparcamientos ilegales por doquier

Aparcamiento 'de pago'.

Aparcamiento 'de pago'.

DMITRI POLIKÁRPOV

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Un modesto patio interior de Moscú se ha convertido recientemente en una noticia bomba. Lo conocen muchos moscovitas que suelen venir a un gran centro de exposiciones de la capital rusa. Como es habitual en Moscú, el centro no tiene plazas de aparcamiento suficientes. Para encontrar un hueco, los visitantes aparcaban sus vehículos en el patio interior más cercano, formado por varios edificios residenciales.

Los vecinos, desesperados con esa invasión permanente, instalaban barreras. Pero todos los impedimentos desaparecían. Al final, alguien sugirió poner un guardia en la entrada del patio que cobrase por aparcar allí. El negoció floreció y el patio adquirió tanta fama que fueron las cámaras para hacer un reportaje sobre este fenómeno empresarial. Los responsables confesaron que el aparcamiento clandestino les garantiza unos 3.000 euros al mes en beneficios netos, que se dividen entre todos los vecinos.

Esa noticia revolucionó al Ayuntamiento. El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, acusó a los vecinos de apropiación ilegal de un terreno municipal y declaró una cruzada contra los aparcamientos clandestinos, que abundan en la capital rusa. Según los datos oficiales, las autoridades cierran cada mes más de 100 aparcamientos ilegales, pero en su lugar aparecen otros nuevos.

Se trata de un negocio verdaderamente lucrativo que no requiere ninguna inversión. Lo que hace falta es contratar a unos chicos persistentes que cobren a cambio de una plaza para aparcar. Es ilegal, pero el riesgo es mínimo. Cuando llegan la policía o las grúas los vendedores de aire, que en muchas ocasiones ni siquiera llevan uniforme, se esfuman. Los conductores normalmente no oponen resistencia. Están dispuestos a pagar unos 10 euros al día a cambio de que les guarden un hueco para aparcar. Los que se rebelan y se niegan a pagar corren el riesgo de encontrar a la vuelta su vehículo con los neumáticos pinchados.

La inclinación de los moscovitas a acotar el asfalto alrededor de los edificios donde trabajan o residen ha florecido en los últimos años. Ha sido una guerra sin cuartel por cada metro cuadrado. Los más ricos y atrevidos instalan barreras para garantizar el acceso a un patio solo a los coches de quienes pagan. Miles de patios en las zonas residenciales se convirtieron en recintos cerrados a los forasteros. A veces, por la noche los vecinos que no están de acuerdo rompen el obstáculo. Pero al día siguiente aparece una barrera nueva.

En el centro de Moscú, la gran mayoría de los hoteles, restaurantes, comercios y edificios de oficinas marcan una parte del asfalto como aparcamiento para sus clientes y cobran a los demás. Está prohibido hacerlo desde hace tres años, pero los infractores solo se arriesgan a una multa de entre 50 y 250 euros, inferior a los beneficios que promete un aparcamiento propio.

Las autoridades locales han intentado acabar con el negocio. Como última medida desesperada, el Ayuntamiento prohibió hace dos años todos los aparcamientos de pago que no sean municipales. Pero sirvió de poco. Los moscovitas siguieron pagando a los ilegales.