medio año del seísmo

Haití sigue en el suelo

Una brigada de haitianos participa en las labores de desescombro del barrio de Martissant en Puerto Príncipe.

Una brigada de haitianos participa en las labores de desescombro del barrio de Martissant en Puerto Príncipe.

MONTSE MARTÍNEZ / Puerto Príncipe

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Si el palacio presidencial venido abajo fue, el pasado 12 de enero, la imagen icónica del Haití masacrado por el devastador terremoto, el palacio presidencial, todavía en ruinas y parcialmente desescombrado, vuelve a ser, a día de hoy, fiel reflejo de la situación del país. Haití sigue en el suelo.

Hoy hace seis meses que la tierra tembló en la isla caribeña provocando una catástrofe humanitaria de cifras difíciles de igualar –300.000 personas muertas y un millón y medio de ciudadanos sin casa–, dejando la ya frágil estructura gubernamental y administrativa del país más pobre de América Latina hecha añicos por completo. El mundo se volcó. A través de los actores internacionales, encabezados por la ONU, la UE y seguidos por las miles de oenegés que operan en el país, se pergueñó una de las operaciones de emergencia y reconstrucción más ambiciosas que recuerda el personal humanitario más veterano.

Por qué, entonces, medio año después, la gran parte de Puerto Príncipe sigue en ruinas, sin desescombrar, con un millón y medio de personas viviendo en campamentos improvisados –el patio del colegio de los niños, la plaza del barrio, un parterre, un jardín–, esperando a los huracanes con un plástico como techo, casi sin comida, con el agua potable justa brindada por las oenegés y, en los casos más extremos, con más de cien familias compartiendo una letrina.

La pregunta es obligada: ¿por qué esa ayuda no está repercutiendo ya de forma directa y clara en los ciudadanos haitianos, traducida en casas, asistencia sanitaria, educativa y social? Pero la respuesta es tan poliédrica como la propia situación.

La directora de la misión en Haití de la oenegé Oxfam Internacional –federación de 14 oenegés en la que se integra la catalana Intermon–, Antonella Scifo, señala que el país constituye uno de los «desafíos humanitarios» más importantes de los últimos tiempos. A la vez, aporta una reflexión clave para entender la lentitud del proceso. «Haití corre el riesgo de convertirse en un país excesivamente dependiente de los organismos internacionales», argumenta Scifo.

Y añade: «Para evitar este riesgo, se está haciendo un gran esfuerzo para consensuar todas las decisiones e iniciativas con el Gobierno del país para que Haití sea el que lleve las riendas de su propia reconstrucción». Pero cada gestión, cada autorización, por pequeña que esta sea, es un trabajo titánico y lento, lentísimo, para un Gobierno que administrativamente no existe. Se cayeron buena parte de ministerios, desaparecieron archivos y documentos, como, por ejemplo, parte del registro de la propiedad. El caos administrativo alcanza límites insospechados y el Gobierno, sin estructura, es de-sesperadamente lento en sus decisiones y gestiones.

PELIGRO DE ESTANCAMIENTO / Un ejemplo sirve para entender la situación. ¿Cómo el Gobierno haitiano puede hacer uso de una tierra con rapidez para recolocar a desplazados si no hay registro de la propiedad para acreditar a quién pertenece? «Cada decisión consensuada ralentiza el proceso y puede ser analizada como una falta de eficacia», apunta Scifo que, pese a todas estas complicaciones reales, reconoce que el Gobierno haitiano podría ser más ágil en muchos aspectos.

De hecho, el informe realizado por el comité de relaciones exteriores del Senado de EEUU apunta idénticas claves. Tras reconocer una eficaz intervención de emergencia, los técnicos estadounidenses alertan de «signos preocupantes de que la reconstrucción de Haití se ha estancado». El informe apunta varias recomendaciones, entre las que destacan dotar de competencias, lo más rápido posible, a la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití, constituida el pasado mes de junio e integrada a partes iguales por el Gobierno haitiano y los actores internacionales, para poder «descentralizar» decisiones y así agilizar la llegada de ayuda a los damnificados.