A 1.000 kilómetros del mar

rescate en el mediterráneo de refugiados de proactiva Open Arms

rescate en el mediterráneo de refugiados de proactiva Open Arms / periodico

IRENE SAVIO / ROMA

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El almirante Vincenzo Melone no las tiene todas consigo. Habla con frenesí delante de un mapa del Mediterráneo central. No pierde de vista a sus subalternos, los oficiales de la Guardia Costera italiana. “Ayer fui a ver los que están desplegados en la isla de Lampedusa”, dice el jefe de este cuerpo de la Marina militar italiana. “Es un esfuerzo mayúsculo el que estamos haciendo, las circunstancias nos superan a ratos, pero seguiremos rescatándolos”, añade.  

En medio de la grave crisis migratoria europea, unos 800 guardacostas italianos trabajan en el cuartel general de Roma desde donde se coordinan todos los rescates en el Mediterráneo central.  En la IMRCC (Italian Marittime Rescue Coordination Centre, por las siglas en inglés) de Roma, en donde se ha establecido el centro de coordinación de todas las operaciones de salvamento en el Mediterráneo central, se viven días particularmente intensos. Cuando un grupo de periodistas visitan el lugar, casi es verano, plena temporada de salida de pateras desde Libia, y los números y las circunstancias de los viajes en el mar de los inmigrantes no han hecho más que empeorar en los últimos años. 

“¿Qué se pretende que hagamos? Claro que los rescatamos. Cumplimos con la ley internacional, que protege la vida en el mar”, se justifica el almirante, citando, uno por uno, los tratados internacionales sobre la materia. “Seamos claros: hay un enorme agujero negro en el Mediterráneo central. Se trata de una zona en la que los libios no rescatan pues no han declarado su área SAR (la zona de búsqueda y rescate). Y lo mismo ocurre con Túnez”, explica. “Nosotros rescatamos frente a las costas de Libia pues, cuando recibimos, las llamadas los inmigrantes ya se encuentran a la deriva. ¿Deberíamos dejar que se ahoguen?”, agrega. 

LEJOS PERO CERCA

Para el visitante, el cerebro de las operaciones de salvamento en el Mediterráneo central es un lugar insólito. Está ubicado en la primera planta de un anónimo edificio en el barrio de época fascista EUR, en Roma, a unos 1.000 kilómetros de distancia de donde ocurren los rescates. Allí se encuentran la sala operativa y la sala de crisis, donde un selecto grupo de los 800 guardacostas de la IMRCC se turnan para recibir y lanzar las alertas de los naufragios en alta mar. 

“Cuando recibimos una llamada de socorro, tanto por teléfono, avistamiento de otros barcos u otras maneras, ubicamos la embarcación que ha pedido ayuda, su latitud y longitud, y tras ello estudiamos los datos cinemáticos y estáticos de las naves”, cuenta el capitán de fragata Filippo Marini. “Después de esto, alertamos al barco más apto y cercano, que puede ser una de nuestras 300 unidades pero también barcos militares, mercantiles y, desde que aparecieron, los de las oenegés”, detalla.  

Para su tarea, los guardacostas italianos cuentan con sistemas como el PELAGVS GIS y el EU LRIT, que permiten obtener desde los satélites la posición de las naves en tránsito en el Mediterráneo. Además, hay diez teléfonos rojos en los que atienden un equipo de intérpretes para 27 idiomas y dialectos. Y, en caso de que haya un teléfono satelital a bordo de las pateras, a menudo se solicita la ayuda de Thuraya, un gestor de Emiratos Árabes Unidos que puede dar en menos de una hora la geolocalización por remoto. El récord fue en agosto del año pasado cuando en 96 horas los guardacostas coordinaron 112 rescates, salvando a 13.762.

Con Libia hundida en un conflicto arraigado, ha sido un no parar en los últimos tres años. Se pasó de los 37.258 rescatados en 2013, a las 178.415 de 2016, en su mayoría africanos, que viajan en botes cada vez más precarios. “En 2016, incluso se ha desplomado un 56% la presencia de teléfonos satelitales a bordo de las barcazas”, explicaba un reciente informe. También las tragedias han continuado. Hasta el 11 de este mes, 1.717 personas murieron ahogadas (y 61.903 fueron rescatadas) en el Mediterráneo central, según la IOM.

FUEGO CRUZADO

Las polémicas también han golpeado a los guardacostas, acusados (como las oenegés) de ser un factor de atracción para los traficantes. Algo que los rescatistas rechazan, aunque haciendo hincapié en las necesarias medidas de seguridad. Pues no todos los que van en las barcazas son necesariamente ovejas mansas. “Por eso es importante la actividad de investigación que hacemos a bordo”, puntualiza el capitán Cosimo Nicastro.

Con la información obtenida por la Guardia Costera como punto de partida, Italia detuvo en los últimos años a 400 traficantes que iban a bordo, en su mayoría bajos mandos, y realizó tres grandes operativos entre 2014 y 2016 que llevaron al arresto de unos 20 sujetos de perfil más alto, uno de los cuales fue extraditado de Suecia y otro de Alemania.

Otro aspecto es que, si no rescatan, los guardacostas pueden incurrir en sanciones. Ocurrió, por ejemplo, en 2013, cuando se desatendió la llamada de un médico sirio, lo que condujo a la muerte de unas 268 personas, según el relato de los supervivientes. Hechos por los que están bajo investigación algunos oficiales. Algo que el almirante Melone tiene bien en mente: “Nosotros no somos la solución. Pero tampoco a quienes culpar por la falta de políticas migratorias más justas”.