Estrategias oblicuas

Enrocados en la mentira

IGNACIO ESCOLAR

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Todo este fango sobre el «finiquito fraccionado», la «indemnización en diferido» y el salario «simulado» que rodea el despido de Luis Bárcenas se resume rápido. El Partido Popular mintió y sigue mintiendo por no admitir que nos engañó. La bola empezó hace ya casi tres años, cuando sus principales dirigentes -empezando por Rajoy- explicaron que habían «apartado» a su extesorero imputado, que ya no estaba «en el partido». Ha seguido creciendo, con mentiras cada día más flagrantes con las que intentan, con poco éxito, ocultar la realidad: que seguían pagando un sueldo estratosférico a Bárcenas por un trabajo inexistente, una relación laboral que solo terminó el día en que El País publicó esa contabilidad manuscrita que ha puesto al Gobierno contra las cuerdas. ¿Qué compraba el PP con ese sueldazo de un cuarto de millón de euros al año? ¿Su silencio? ¿Sus servicios prestados? ¿Su complicidad?

El partido en el Gobierno sigue sin dar una explicación coherente, probablemente porque no la puede dar sin que al tiempo llegue al menos una dimisión. Bárcenas tiene un primer objetivo: tumbar a la secretaria general, su gran enemiga, María Dolores de Cospedal. No va mal. Cospedal

-que también está enfrentada con Soraya Sáenz de Santamaría y Javier Arenas- se está convirtiendo en el único fusible que hoy puede saltar para detener este cortocircuito antes de que vaya a más. Sin embargo, está por ver que en este país vayamos a ver una dimisión si no es por orden judicial. Y a favor de la secretaria general juega el marianismo de un presidente capaz de mantener a Ana Mato como ministra del confeti y la sanidad.

En privado, fuentes del PP reconocen que el sueldo existió y que se pagaba porque el partido creía en la inocencia de Bárcenas. También admiten el error de no ponerse una vez colorado en vez de cien amarillo y seguir en este abochornante balbuceo fraccionado en el que chapotean sus portavoces hoy. Es una excusa similar a la que el PP transmitía a toro pasado sobre los trajes de Francisco Camps y su enroque en una mentira que al final lo mató. El «despido fraccionado simulado» es el nuevo «yo me pago mis trajes».

Toda incompetencia lo bastante avanzada es indistinguible de la maldad, pero hay un punto importante en esta excusa off the record que no acaba de cuadrar: el chantaje, cada día más obvio. Si Bárcenas les engañó ayer, ¿por qué hoy lo siguen protegiendo? ¿Por qué nadie se atreve siquiera a nombrarlo ni a decir una mala palabra contra él? ¿Por qué tampoco han tenido tiempo de presentar una denuncia contra Bárcenas cuando él ya ha puesto dos al PP? Y la pregunta más terrible: si el PP no tiene nada que ocultar, ¿por qué teme tanto a Bárcenas? ¿Qué secretos guardan esas nueve cajas que se llevó del PP como para que el extesorero pueda permitirse una presión tan brutal?