Maite Arqué, doctora de la UB: «Mi madre era tan generosa que regalaba su obra»

La pintora Teresa Bertrán no pudo asistir a su propia exposición, la primera, en la biblioteca Jaume Fuster. Un cáncer fulminante se la llevó con 89 años dos meses antes. Una de sus hijas, Maite Arqué, recuerda su figura.

Orgullo de hija 8 Arqué posa rodeada de los dibujos de su madre.

Orgullo de hija 8 Arqué posa rodeada de los dibujos de su madre.

LUIS BENAVIDES / BARCELONA

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Maite Arqué (Barcelona, 1955) es comisaria de la muestra Teresa Bertran, com a casa, abierta al público hasta el próximo 27 de mayo en la biblioteca Jaume Fuster (plaza de Lesseps, 20). Los óleos, dibujos, muñecas de tela y otros objetos de su madre estrenan un ciclo de exposiciones sobre artistas de Gràcia.

-¿Cómo surgió la idea de montar esta exposición?

 

-Se le ocurrió a mi primo Santi Pau, también comisario de la muestra. Propuso una exposición con el trabajo desconocido de mi madre, su tía. La idea entusiasmó al Distrito y a los responsables de la biblioteca municipal. La muestra hace emerger la cultura que está escondida.

-Lástima que no la viera en vida.

-Nos dejó dos meses antes, pero nos consuela pensar que al menos disfrutó la presentación de su libro, Teresa Bertran o l'alegria de dibuixar, publicado hace dos años. Esa presentación era la mejor fiesta que le podíamos preparar, porque sintió el cariño de sus vecinos.

 

-¿Cómo comenzó la relación de su madre con el mundo del arte?

- Eran cuatro hermanas, y ella de bien pequeña apuntaba maneras. La matricularon en la escuela de Arts i Oficis, pero duró poco allí. Cuando su padre se enteró de que dibujaban desnudos, le buscó un profesor particular, el maestro Ramon Borrell. Se iban con el caballete a pintar por el parque Güell, la fuente de la Atzavara, el parque de Europa…

-La gente que pinta solía ser de buena familia. ¿Era su caso?

 

-Bueno, su familia era del Camp de Tarragona, pero no venía del mundo rural. Su padre, mi abuelo, era gerente de una empresa de estructuras metalúrgicas. Mi abuela, ama de casa, venía de una familia de profesores. Entonces se decía aquello de 'gente bien de casa mal'.

-Era una enamorada de Gràcia.

 

-Sí. Nació en la calle de Terrassa, y en el barrio se quedó, aunque cambió varias veces de piso, siempre de alquiler. Aquí conoció a su marido, en los Lluïsos de Gràcia. Eran muy diferentes, pero tenían en común que trabajaban con las manos, porque él era maestro dorador de libros.

-La obra de su madre es muy naïf. ¿Cómo era ella?

-Mi madre tenía mucha chispa, mucha imaginación. Era divertida, seductora y, sobre todo, generosa. La mayor parte de sus pinturas las regalaba. Nunca se dedicó de forma profesional.

-¿Su arte tiene relevo?

- Tuvo cinco hijos, y ninguno siguió sus pasos. Nunca nos inculcó la pintura. Eso sí, nos dejaba experimentar. Nos encerrábamos en la habitación y nos pasábamos horas y horas dibujando, pintando, recortando...

-Como comisaria de la exposición, ¿qué obra destaca usted?

-Quizá el último dibujo. El día antes de su muerte, en la cama, se preguntaba cosas sobre la muerte, el espíritu... Y tenía ganas de plasmarlas en un papel. El resultado, a lápiz, merece un buen análisis. Aparece una niña que alcanza algo así como una mariposa, pero en fase de crisálida, con cara de anciana. Por debajo, un brazo la sujeta por la pierna para que no escape.

-Admite muchas lecturas...

-Todavía le damos vueltas. Su trabajo merece otro libro, para profundizar en las raíces de su obra, con un análisis artístico. Con el primer libro, pusimos palabras donde solo había imágenes, para explicar su vida. Y aprovecho para pedir a futuros doctorandos en Bellas Artes que estudien su obra. Yo les ayudaré al máximo. Soy doctora en didáctica de las Ciencias Sociales en la Universitat de Barcelona.