la gala de la 29ª EDICIÓN

'La isla mínima' arrasa en los Goya del gran año del cine español

JUAN FERNÁNDEZ / MADRID

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Esta vez las quinielas acertaron y La isla mínima de Alberto Rodríguez que llegaba a la ceremonia de los Goya con el papel de favorita, cumplió esas expectativas. Hasta diez premios ha cosechado de los 17 a los que optaba, entre ellos los de mejor película, dirección, actor principal y fotografía. Aunque este año el público ha aplaudido en masa el humor de Ocho apellidos vascos, la Academia del Cine ha encumbrado al thriller como el género más fecundo. En esas aguas navega la triunfadora de la noche y también su máxima competidora, El Niño, que ha resultado la gran derrotada: aspiraba a 16 premios y solo logró cuatro, todos de segundo nivel.

También acertaron las apuestas que habían señalado como mejores intérpretes del año a Javier Gutiérrez por su papel de policía tardofranquista en La isla mínima y a Bárbara Lennie por la oscura mujer llena de desórdenes mentales que encarna en Magical Girl. Ambos lograron las estatuillas que estaban cantadas antes de comenzar la ceremonia de los Goya del gran año del cine español.

En esta edición, el ránking de nominaciones revelaba una anomalía: Ocho apellidos vascos se ha convertido en la película más vista de la historia del cine español, pero la cinta no brillaba en las candidaturas. La Academia corrigió anoche ese desajuste al premiar a Karra Elejalde y Carmen Machi como mejores intérpretes de reparto y a Dani Rovira como mejor actor revelación de la temporada.

EL TRIUNFO DE 'MORTADELO'

Los tres mantienen el buen humor que destilan en la comedia y suyas fueron las entregas de premios que más excitaron la velada. Entre sonoras ovaciones, Elejalde pasó por el escenario como un huracán y Machi conmovió al auditorio al recordar a la recién fallecida Amparo Baró.

Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo fue la cuarta cinta más premiada, con dos de las cinco estatuillas a la que optaba, mejor guion adaptado y mejor filme de animación. Sus productores tuvieron palabras de agradecimiento y recuerdo para Antonio Asensio y el Grupo Zeta, editor de EL PERIÓDICO, por su aportación para hacer realidad la película.

A la sombra de las grandes candidatas, quedaba la duda de qué podrían lograr otros títulos de presupuesto más reducido y menos nominaciones, pero que podían dar la campanada. Las sorpresas son habituales en los Goya, pero en esta ocasión ha habido pocas. No lo ha logrado Loreak, la delicada película vasca que optaba a mejor cinta del año y a mejor música original, y no ha conseguido ninguno de estos reconocimientos. En cambio, el barcelonés Carlos Marques-Marcet, realizador de 10.000 KM, que venía de triunfar en los Gaudí, se ha encumbrado como el director novel más prometedor del momento.

La de esta noche ha sido una velada de reencuentros. Volvía Penélope Cruz después de cinco años ausente de la gala y Pedro Almodóvar, que mantiene una relación de amor y desdén con la Academia y acudía para entregarle a Antonio Banderas el Goya de Honor a toda su carrera. Más tarde ha vuelto a subir al escenario para recoger el premio a la mejor película iberoamericana para Relatos salvajes, de la que es productor.

En un largo y profundo discurso que ha leído con gafas y poniéndole mucho sentimiento, el malagueño se ha presentado como el mismo niño que era cuando vivía en su ciudad y, años más tarde, decidió subirse a un tren para «seguir el camino del arte» y convertirse en actor. Aquella locomotora acabaría llevándole a Hollywood, pero aclaró: «Allí, siempre, mi mente estuvo puesta en España, no en Cleveland ni en Ohio. Me preocupaba saber cómo se vería mi trabajo aquí, en Málaga, en mi barrio».

Ha habido muchas lágrimas, espontáneas y sentidas, como las de Nerea Barros al recoger el premio a mejor actriz revelación por su papel en La isla mínima, y Carmen Veinat por el maquillaje de Musarañas. También las del propio Banderas al recordar el tiempo que tanta dedicación al trabajo le ha quitado de estar con su hija. Y las de Curro Sánchez, hijo de Paco de Lucía, al evocar la figura de su padre en el momento de recoger el Goya al mejor documental.

RITMO Y GRACIA

Conducida con ritmo y gracia por Dani Rovira, curtido monologuista, la ceremonia ha comenzado con un número musical que ha reunido sobre el escenario a una treintena de actores y cantantes y ha puesto en pie al auditorio, que ha entonado muy reivindicativo la canción Resistiré del Dúo Dinámico. La primera en la frente, debió pensar el ministro de Cultura, Juan Ignacio Wert, o «Nacho», como le ha llamado coloquialmente el presentador de la gala. Aún no había escuchado el político el mandoble que le ha soltado Pedro Almodóvar, al descartarle «entre las personas que defienden la cultura». Nada ha dicho el realizador manchego de Pedro Sánchez, Cayo Lara y Rosa Díez, líderes del PSOE, IU y UPyD, también presentes en la sala.

El sector cinematográfico español parece haber decidido poner sordina a su reclamación de reducción del IVA, que el Gobierno subió al 21% hace tres años, pero la queja no podía faltar en el discurso del presidente de la Academia, Enrique González Macho. Para «no resultar cansino», el productor ha zanjado el tema al inicio de su intervención. «Ya va siendo hora de arreglar el maldito IVA», ha soltado antes de aprovechar la presencia de los embajadores de EEUU y Francia para ponerles de ejemplo porque sus gobiernos «consideran el cine en asunto de Estado». Este año no tocaba pedir cuentas afuera, sino de sacar pecho por lo logrado dentro.