¿Recomendar o no?

PAU ARENÓS

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Decidir qué restaurante recomendar profesionalmente -entusiasmar  al lector, decir «vaya y disfrute»- es una tarea compleja y responsable. A menudo, la frontera entre el sí y el no se sitúa en una línea discontinua. Me pasó el jueves después de que alguien hablara de un bistró y de su oferta de vinos naturales. No puedo decir que comiera mal ni que el precio fuera injusto (mediodía a12 euros).

Decepcionó que la copa de tinto procediera de un tetrabrick grande (eso que llaman bag in box), cuando la especialidad de la casa es la botella sin sulfitos añadidos. Hay en el mercado vinos más ligeros.

Me gustaron las croquetas de confit de pato, la hamburguesa de la casa (buena-buena) y el helado de mel i mató. ¿Entonces? Restaron puntos el abuso de la crema de balsámico (por favor, una moratoria mundial), el azúcar de la cebolla confitada (que arruinó  los calamares a mi vecino) y las patatas congeladas.

Buen servicio, buenas maneras y buenas intenciones. Pero  necesitados de orientación y autocrítica, de alguien de su confianza que lime esas rutinas, excesos y atajos. ¿Sí o no? ¿Crónica a fondo o este billete? Por el momento, la brevedad del entrante.