CUADERNO DE GASTRONOMÍA Y VINOS

Un privilegio barcelonés

«En España hay que volver a hacer vino para beber, no para impresionar». Una afirmación del maestro de enólogos Denis Dubourdieu, que ya se cumple en BCN.

Barcelona tiene viñedos cercanos y, cada vez más, locales para disfrutarlos.

Barcelona tiene viñedos cercanos y, cada vez más, locales para disfrutarlos.

MIQUEL SEN

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Disponer de viñedos cercanos a la ciudad y de una completa oferta de establecimientos vinícolas es una suerte para el ciudadano y sus visitantes. Mientras en Barcelona nos agotamos a base de pelotazos de gintónic, en otras ciudades envidian nuestra situación privilegiada, a escasa distancia de dos denominaciones de alto nivel, Alella y Penedès. Si la capital de Francia dispusiera de los vinos grises de París, que llegaban a sus bistrots en 1900, la presión mediática hubiera hecho de estos blancos mediocres un reclamo universal.

Ahora es el momento de profundizar en una riqueza de la que no siempre somos conscientes, sometidos a la dictadura que sitúa en un mismo saco todo tipo de bebidas alcohólicas. Por desgracia no hay nadie que nos haga observar que entre todas las botellas de las juergas del fin de semana no aparecen aquellas que son sinónimo de placer delicado. Si en California se puede pedir en un bar nocturno un Chardonnay, en Barcelona es difícil, a no ser que se domine un itinerario por suerte cada vez más amplio.

Perfecta la opción de Monvínic, suma de diseño acertado y de botellería infinita que se puede disfrutar a copas, comentadas por sumilleres que tienen la rara capacidad de ponerse al nivel del principiante. Sus 3.000 referencias permiten un recorrido por todas las viñas del mundo. Un espectáculo que también encontraremos en la Vinoteca Torres, en el centro vital del paseo de Gràcia, apertura a la enología a la que recientemente se ha sumado Freixenet, optando por los itinerarios de Sarrià.

En otra punta de la ciudad, la que dicen que es cool a rabiar, es decir Sant Antoni, Els Sortidors maneja unas 200 referencias, lo que permite tapear y catar mucho.

Dentro de una agenda no escrita de vinos y secretos, la tienda de Antonio Miró, en el corazón del Eixample, contiene un apartado en el que la moda tiene su contrapunto en el cava Vilarnau y el jamón de Guijuelo. No lo comenten en exceso. Un atractivo movimiento báquico anclado en dos auténticas catedrales del vino urbano, el Celler de Gelida y Vila Viniteca, dos espacios en los que descubriremos vinos que nos harán ricos, porque el vino es cultura.