UNA EXTENSA OFERTA GASTRONÓMICA POR MENOS DE 10 EUROS
'Good fast food'
Decenas de locales ofrecen comida rápida de calidad y a bajo precio
Si unimos los expresiones económico, estrés urbano y comer mal, ¿qué nos viene a la cabeza? Casi seguro, fast food, un concepto que suele gozar de una pésima reputación. ¿Erróneamente? Eso piensa Dacil Hernández, fundador de The dog is hot, restaurante barcelonés especializado en perritos calientes gurmets. «Fast food implica servicio y consumo rápido, los alimentos no tienen por qué ser de mala calidad», explica. De inspiración estadounidense, The dog is hot (Or, 8) ya tiene imitador nostrat, Butifarring (Call, 26), con butifarras de gran calidad preparadas a la brasa y servidas con pan crujiente.
Ambos establecimientos sacan partido al carácter asequible (menos de 10 euros) y práctico de la comida rápida para adecuarse a un estilo de vida urbano, sin renunciar a las materias primas de calidad y a una cuidada preparación. En definitiva, son good fast food, una tendencia que inspira cada vez más negocios originales y adaptados a los tiempos que corren con especialidades japonesas (Temaki-Ya, en Gignàs, 28), tex-mex (Taco Love, en Veneçuela, 3), orientales (El cocinero de Damasco, que ofrece uno de los mejores shawarmas en Templers, 2)...
Apuntados a esta gastrotendencia están firmas con acento italiano como Maccaroni (pasta fresca y salsas caseras para llevar en Corders, 6) y Mucci's Pizza (Tallers, 75), cuyo propietario, Felipe Español, señala: «Nuestras pizzas son 100% artesanales y nuestro sistema de venta por ración es ágil para permitir a los clientes comer rápido y con las manos». Dos ideas básicas del fast food.
HAMBURGUESERÍAS / Pero las grandes abanderadas de este tipo de restauración son las hamburgueserías gurmet. La Burg (paseo de Sant Joan Bosco, 55), Pim Pam Burger (Bigai, 1, y Sabateret, 4) y Kiosko Burger (avenida del Marquès de l'Argentera, 1) utilizan carne de alta gama (a menudo ecológica y previamente adobada para ser más gustosa) y complementos como el pan, queso y verduras de calidad. Aun así, conservan la esencia del fast food: nada de emplatado chic, precios desorbitados, ni cubiertos. «Una hamburguesa ha de comerse con los dedos. Eso no la convierte en mala», zanja Carlos, cliente habitual del Kiosko Burger.
También siguen la corriente bocadillerías como Fastvínic (Diputació, 251) y Carrot Café (Tànger, 22). Las propuestas de esta última son auténticas delicatessen, como el sándwich de pastrami (uno de los pocos lugares de Barcelona donde se puede comer) y la hamburguesa Rossini, con escalopa de foie, trufa y salsa Oporto. Exquisitos.
Algunos apuestan por lo sano (Woki Organic, en Ronda de la Universitat, 20) o lo tradicional, como Temps de Terra (Camp, 51), que además de ser un colmado, prepara recetas estacionales de la dieta mediterránea (ensaladas, macarrones, tortillas, croquetas...). «Cocinamos al momento lo que nos piden con productos del día disponibles. La idea es sentirse como en casa de la yaya, a quien se pide lo que más apetece», explica Carles Franch, de Temps de Terra. ¿Fue la casa de la abuela nuestra primera experiencia fast food?
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