CON MUCHO GUSTO 3 CUADERNO DE GASTRONOMÍA Y VINOS
Entre mona y Munda
La antigua tradición rural de regalar huevos por Pascua es el origen de un alarde de imaginación colorista de los pasteleros de fundamentada en el chocolate.
Los gastrónomos sabios mantienen la teoría de que la puntual aparición de las monas de Pascua es cosa de los romanos porque la Munda era la cesta decorada con frutas y pasteles que era obligado ofrecer a la diosa Ceres por primavera. Dentro de este grupo existe una corriente disidente convencida de que mona viene de la palabra árabe muna. En conjunto son afirmaciones que quedan muy bien en cualquier tablao culinario, pero de escasa trascendencia, aparte de épater a los foodies.
Yo me quedo con las versiones más imaginativas, aquellas que sitúan el origen de estos pasteles en la desaparecida confitería Massana, lugar de éxtasis para los niños que contemplaban monas de peluche coronando los pasteles. Algunos cronistas afirman que este establecimiento llegó a lucir un mico vivo.
Difícil elección
Esta versión del dulce como espectáculo me ha afectado sentimentalmente. Como tenía un padrino bilbaíno, me quedaba sin monas. Mi única e infantil solución era salivar frente a las de Prats Fatjó, máximo objeto de deseo de la cultura del chocolate, versión años 60. La montaña de Montserrat, con su tren eléctrico incluido, era para un padrino con mucho tronío en la cartera, tipo Juan Antonio Samaranch.
Ahora que los niños marcan clase con el tamaño del móvil, el regalo de la monada no tiene tanto impacto, aunque la elección entre tantas maravillas no sea fácil. Como Barcelona es la ciudad dónde el chocolate y sus técnicas están en continua evolución, podemos admirar el robot BB-8 de Star Wars del genial Christian Escribà, el diseño fino de Oriol Balaguer, los huevos que se trasmutan en plumas arco iris de Enric Rovira o asaltar el mundo colorista que consigue Lluis Canal, artífice de una Patrulla Canina, origen de conejos y perros de chocolate que parecen vigilar los edificios modernistas de nuestra ciudad a escala infantil y devorable.
Comerse a trocitos la Casa Batlló puede ser tan divertido como regalar a los locos bajitos la bota de oro que luce la Pastisseria Barcelona, de Josep Maria Rodríguez, ganador por goleada de la Coupe du Monde de Pâtisserie 2011.
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