La suerte de Indiana Jones

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IOSU DE LA TORRE

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Setenta y dos años y tres accidentes aéreos para poder contarlo. La suerte de ser Harrison Ford. La magia de que el cine se confunda con la realidad. Como Han Solo dirigiendo un combate de La guerra de las galaxias con el aliento emocionado de Chewbacca en el cogote o naufragando como el agente Deckard en la atmósfera de Blade Runner. Sacudiéndose los arañazos de la cazadora de aviador tras uno de los triples saltos mortales de su Indiana Jones. O balbuciente enamorado de una novia a la fuga (Seis días y siete noches). Harrison Ford, el presidente que salva el honor de América a los mandos del Air Force One.

La fortuna del ídolo que sale vivo de un siniestro aéreo paga el peaje de la humorada. A las pocas horas de conocerse la noticia, se multiplicaron los chascarrillos en bares y oficinas y brotaron las bromas, más o menos acertadas, en las redes sociales (les llaman memes). «Ya es mayorcito para pilotar avionetas», brindó un jubileta descorbatado. «Más le valdría tener un simulador de vuelo en casa como Xavier Sardà», apostilló otro enterado antes de descubrir en Twitter una foto trucada de una nave galáctica estrellada contra un campo de golf y un chiste sobre la angustia que sufre Chewbacca en la sala de espera del hospital de Santa Mónica.

Otto, el piloto de Los amantes del círculo polar (Julio Medem), celebra la recuperación de Ford y brinda por volver a cruzárselo por las autopistas del cielo. Que suene la canción Iba como loco de Barón Rojo -el grupo de heavy metal español, no aquel piloto de la primera guerra mundial-, en honor del actor que tan buenas sesiones de cine nos ha regalado.

Yo, si fuera Yomvi, montaba un ciclo a Harrison Ford.