María Patiño, despegue 'de luxe'

La huracanada periodista se pone a los mandos de 'Sálvame Deluxe' el viernes. Un «regalo», dice, en un año marcado por la súbita muerte de su madre.

GURÚ ROSA. María Patiño encabeza la temporada estival del cotilleo.

GURÚ ROSA. María Patiño encabeza la temporada estival del cotilleo.

NÚRIA NAVARRO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

María Patiño, la abeja obrera de la colmena rosa, se convertirá en reina  el próximo viernes cuando se ponga al frente de Sálvame Deluxe, cuyo titular, Jorge Javier Vázquez, se va de vacaciones. «Es un regalo que quiero disfrutar en un año difícil», explica refiriéndose a la reciente muerte de su madre -«una mujer temperamental, justa y honrada que me influyó más de lo que yo pensaba»- y a algunos otros seísmos que prefiere no matizar. «Ante la adversidad me crezco -anota-porque me da rabia el victimismo y porque tengo amigos entre los compañeros que me arropan», explica.

La Patiño -que así le llaman los que la respetan y los que la temen también- lleva 18 años siendo el azote de los famosos. Pero si hay un atributo que la diferencia es la seriedad con que se toma las rupturas, idilios, cuernos, adicciones e historiales psiquiátricos de los que orbitan en esa esfera. Le echa el mismo rigor que si explicara el asalto a los feudos costeros del régimen de Bashar el Asad o el derrumbe del bipartidismo en España. «El corazón es un género denostado, pero yo aplico igual las cinco preguntas clásicas del periodismo-dice-. ¿Que me va la vida en ello? Pues sí, porque soy una defensora de la verdad y tengo un nivel de exigencia que no es natural».

Escuela de polémica

Hija de militar y de ama de casa, nació en Ferrol hace casi 43 años pero desde los 5 se crió en Sevilla. Tuvo una adolescencia peliaguda, con bulimia incluida. «Me sentía diferente, no me identificaba con mi grupo de amigas, de hecho con casi nada de lo que me rodeaba», recuerda. Pero su casa fue su pista americana. Allí se discutía mucho y de todo. «Recuerdo sobremesas eternas polemizando sin que llegara la sangre al río», explica a modo de genealogía de su saque en los torneos dialécticos. Pero en aquellos años aún no pensaba en corros de plató. Lo que realmente quería era ser actriz, un plan que no gustó en casa. Así que se matriculó en Filología inglesa, aguantó una semana y acabó vislumbrando que la tele podía ser lo suyo. Pero antes tuvo que pasar un tiempo picando piedra caliza.

Empezó con el pico en Europa Press y a los dos años se metió a paparazi, compartiendo piso con un Jorge Javier entonces pipiolo. «Yo iba paseando por las playas, de Tarifa a Chipiona, como un latero, y cuando veía a una famosa en

 

toples o descubría a una parejita, me sentaba al lado y orientaba a los fotógrafos», explica. «Aquella sensación difícilmente la he conseguido en televisión». Luego echó horas a las puertas de Ambiciones, retransmitiendo la ruptura de Belén Esteban y Jesulín; relató la de Rociíto y Antonio David Flores, cazó a Cayetano Martínez de Irujo y Mar Flores en la playa, pescó al Litri amartelado con la duquesa de Montoro. «Lo tengo todo apuntado», dice.

Temeridad y pudor

Y ahora encabezará cartel, con esa combinación suya de temeridad y pudor. Porque tanto se sulfura ante una trola -momento en que la vena del cuello se le hincha hasta el trombo-, como se ruboriza con la casquería erótica de un invitado. «Nunca he tenido miedo ni prejuicios, pero si tocan temas de sexo me veo poco suelta, la verdad». También reconoce que, con toda la seguridad que aparenta, todavía tiene la sensación de no haberse asentado. «Estoy constantemente viendo qué quiero hacer e interrogándome sobre quién soy».

Lo que sí tiene claro es que no admite injerencias en su intimidad. «Estoy orgullosa de mi biografía, pero es imposible que hable de mí». ¿Ni siquiera de la propagada relación con Fran Rivera? «Si los demás consideran que es verdad, pues que lo cuenten», capea. «Hay determinadas historias que tienen la importancia que tienen y ya está», remata. Sí tienen importancia su hijo de 15 años -«el motor de todo»-, y su pareja, el venezolano Ricardo Rodríguez, actor y empresario de la noche, «que es muy guapo».

Y se le pueden arrancar pocos flecos más. A saber: no tiene complejo de bajita -mide 1,57-, sí lleva mal envejecer, es tímida hasta la fuga, «nunca» se ha liado con un personaje del corazón aunque tiene amistad «con al menos tres» y, pese a su apariencia flamenca, es muy gallega. «Me gusta la soledad y el silencio, soy socialmente perezosa, demasiado individual, prefiero ir en chándal, tengo pocos amigos y soy muy difícil». Hasta ahí las confesiones.