UN DRAMA HISTÓRICO

Kardashian resucita a la Venus hotentote

3Sarah Baartman fue exhibida en Londres y París durante el siglo XIX

A la izquierda, un grabado de la época que muestra a la Venus hotentote. A la derecha, Kim Kardashian.

A la izquierda, un grabado de la época que muestra a la Venus hotentote. A la derecha, Kim Kardashian.

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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La postura en que aparece Kardashian en las fotos publicadas por la revista Paper recuerda los dibujos y grabados en que, a principios del siglo XIX, se retrataba a Sarah Baartman, una mujer hotentote trasladada a Europa para que mostrara en ferias y circos sus enormes nalgas, características de su tribu, los joisán. Las féminas de ese grupo étnico sufren esteatopigia, un fenómeno que consiste en la acumulación de grandes cantidades de grasa en los glúteos, signo de belleza en su tribu.

Estudios científicos apuntan a que se trata de una evolución genética que permite a esas poblaciones dedicadas a la caza mantenerse sin comida durante semanas gracias a los acúmulos de grasa, lo que les permitiría también mantener la temperatura. Para Baartman, sus enormes nalgas fueron una auténtica maldición. Nacida en la región del Cabo en 1789, la joven fue vendida como esclava a una familia holandesa que la empleaba en el servicio doméstico. Ahí la vio Hendrick Cezar, el hermano de su entonces propietario, que la convenció para viajar a Londres prometiéndole que ganaría una fortuna solo por exhibir su trasero.

PIELES Y HUEVOS / En Londres cayó en manos de Alexander Dunlop, un médico militar, que la rebautizó como La Venus hotentote y comenzó a exhibirla en clubs y teatros de baja estofa. «La Venus hotentote acaba de llegar… desde los arenales del río Gamboos, en las fronteras de Kaffaria, en el interior de Suráfrica el más correcto y perfecto espécimen de esa raza de gente», rezaba el anuncio en los diarios de la época.

En el escenario, Sarah aparecía vestida con pieles, cáscaras de huevo tapándole los pezones y fumando en pipa. Ante el fascinado público, la mujer debía mostrar y mover el trasero. La entrada costaba dos chelines, un precio alto en aquella época. Hubo espectadores que subieron al escenario y llegaron a pinchar el trasero de Sarah, convencidos de que había truco. Los aristócratas pagaban por tener exhibiciones privadas.

El espectáculo despertó las iras del movimiento abolicionista. La propia Sarah hubo de comparecer ante el juez, al que explicó que se exhibía de forma voluntaria y recibía la mitad de la recaudación. El juez le ofreció la posibilidad de ser trasladada a su país, pero ella la rechazó.

En 1815, Sarah se instaló en París donde, además de las exhibiciones, se prestaba a ser examinada e investigada por científicos y médicos. A fuerza de aparecer en los escenarios perdió el tirón del público y acabó deambulando por burdeles de la capital francesa, donde falleció a causa de una pulmonía.

El naturalista Georges Cuvier se apropió del cadáver y lo disecó. Además hizo un molde de su cuerpo. Todo ello quedó en el Museo Nacional de Historia Natural, que los exhibió hasta 1914. Tras la caída del apartheid en Sudáfrica, la tribu joisán pidió a Nelson Mandela que reclamara los restos. Su caso se convirtió en un asunto de Estado. En el 2002, el presidente Jacques Chirac firmó el decreto para la devolución de los restos mortales, que fueron recibidos por el propio jefe de Estado sudafricano, Thabo Mbeki.