LOS TESTIGOS RECUERDAN LA ACTUACIÓN DEL MÉDICO PERSONAL DEL CANTANTE

Jackson: insomnio, drogas y muerte

El juicio al doctor Murray ayuda a reconstruir el último día del artista

Conrad Murray, el viernes, durante una sesión del juicio que se sigue contra él por homicidio involuntario de Michael Jackson.

Conrad Murray, el viernes, durante una sesión del juicio que se sigue contra él por homicidio involuntario de Michael Jackson.

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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La giraThis is it debía ser el regreso triunfal deMichael Jackson a los escenarios, la oportunidad de recordar al mundo su preocupación por el planeta y, sobre todo, la oportunidad de enseñar por primera vez en un macroconcierto a sus hijos:Prince, Paris yBlanket. El 25 de junio del 2009, sin embargo, todo se truncó. Y ahora, cuando la justicia estadounidense intenta determinar siConrad Murray, el médico personal queJackson contrató por 150.000 dólares al mes, es responsable de homicidio involuntario, la sala de la novena planta del Tribunal Superior de Justicia de Los Ángeles se ha convertido en un lienzo donde se está trazando un retrato íntimo y salpicado de tristeza de las últimas horas del artista.

Hacía tiempo queJackson tenía problemas para dormir y Murray reconoció en un interrogatorio con la policía, dos días después de la muerte del artista, que llevaba al menos seis semanas dándole cada noche por vía intravenosa 50 miligramos de propofol, el anestésico que acabó matándole, diluido en lidocaína.

Según las declaraciones de entonces deMurray, que la fiscalía pone en entredicho, el médico se empezó a preocupar por la adicción al propofol de su paciente y redujo las dosis. Aunque, según ha testificado esta semana, aseguraba a los promotores de la gira queJackson estaba en «perfecto estado de salud» y ocultaba que era dependiente. El 22 de junio le dio solo 25 miligramos combinados con lorazepam (un relajante muscular) y midazolam (un sedante). La noche siguiente solo usó esos dos medicamentos. Y parecía ir por buen camino:Jackson dormía.

NO BAJÓ A DESAYUNAR / El 24 de junio, sin embargo, nada funcionó. A la 1.30 de la madrugada,Murrayle administró 10 miligramos de Valium (diazepam). Media hora después le inyectó 2 miligramos de lorazepam. A las tres añadió 2 miligramos de midazolam, a las cinco otros 2 de lorazepam y a las 7.30 horas otra vez 2 de midazolam. A las 10.40 llegaron los 25 miligramos de propofol. Por fin dormía. Nunca más se despertó.

Esa mañana no bajó a desayunar con sus hijos, algo que su chef personal,Kai Chase, ha testificado que solía hacer dos días por semana, bebiendo zumos naturales y comiendo cereales. En algún momento había dejado de respirar. Y conforme se acercaba a la muerte, a su alrededor se desató el caos. Un «frenético»Murraybajó a la planta baja y pidió a la chef que llamara a seguridad y aPrince.El médico llamó también aMichael Amir Williams, el asistente personal del cantante, y le dijo que había tenido «una mala reacción».

CATÉTER PARA LA ORINA /Murrayinstó aAlberto Álvarez, el guardaespaldas que primero entró en la habitación, a recoger parte de los medicamentos, y cuandoFaked Muhammad, el jefe de logística, llegó al cuarto observó comoPrince yParislo veían todo desde la puerta. A las 12.26 horas, cuando llegó la ambulancia, no había nada que hacer.Jackson, que dormía con un catéter para la orina, estaba tan delgado queRichard Senneff, el primero de los tres paramédicos que intentaron reanimarlo durante 42 minutos, pensó que tenía «una enfermedad crónica». Estaba en el suelo, con los ojos abiertos y secos, la boca abierta y una piel que se volvía azul y estaba ya fría.

«Nada, no ha tomado nada», insistía el doctor. Algo, sin embargo, le acababa de matar. Tenía 50 años.