PRODUCCIÓN HISTÓRICA

Isabel II, joven reina a su pesar

La nueva serie 'The crown', que Netflix estrena este viernes, relata el ascenso a la corona de la hija de Jorge VI

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JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA

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Netflix quiere demostrarnos que puede hacer dramas de época tan bien como HBO y la BBC. Borrar de la memoria ‘Marco Polo’, en otras palabras. La plataforma ha puesto todo su capital –más de 90 millones de euros solo la primera temporada– y contratado a veteranos del drama “de prestigio” para ‘The crown’, nueva y ambiciosa serie sobre la vida de la reina Isabel II de Inglaterra cuyos primeros diez capítulos se podrán devorar desde este viernes.

Como creador encontramos a Peter Morgan, quien ya retrató a Isabel II como guionista de ‘The Queen’, con Helen Mirren en su oscarizado papel de monarca negociando su relación con el público en los días posteriores a la muerte de Diana de Gales. El mismo Morgan escribió la obra teatral ‘The audience’, también con Mirren, sobre 70 años de reuniones entre Isabel y sus primeros ministros.

Fue escribiendo esta obra cuando tuvo la idea de levantar una película sobre la relación entre Churchill, un león en invierno, y la joven convertida en reina a su pesar. Y lo que iban a ser dos horas se convirtieron en 60: la idea es, en principio, rodar una temporada por cada década aproximada de reinado de Isabel II de Inglaterra. La segunda ya se filma.

Si nos guiamos por las primeras críticas, Netflix tiene una serie ganadora y longeva entre manos. En ‘The Hollywood Reporter’ aseguran que convertirá a Claire Foy, la actriz protagonista, en una estrella; y que podría amasar premios tanto por sus actuaciones como por sus cualidades técnicas.

MUJER Y REINA

Como en ‘The Queen’, el tema principal es el conflicto entre la vida privada y la vida pública. O lo difícil de hacer rimar el instinto emocional con el deber constitucional. Todos conocemos a la reina Isabel II, pero quizá no tanto como creemos; y la serie nos señalará que vivir en una burbuja de privilegios no significa tener una vida plácida. La realeza también llora.

En el principio, todo es felicidad. El matrimonio de la princesa Isabel con Felipe Mountbatten, que sirve en la Marina Real, es de cuento de hadas y sirve para desdibujar el gris de la posguerra. Fue durante un viaje a Kenia para conocer países de la Commonwealth cuando Isabel supo de la muerte de su padre, quien había accedido al trono tras la famosa abdicación por amor de Eduardo VIII.

La esposa y madre tímida y alejada de los focos –todo lo contrario que Margarita, icono de la moda– se veía así obligada a convertirse antes de lo previsto en reina, jefa de estado, jefa de la iglesia anglicana y jefa de la Commonwealth. Según cuenta la serie, agobiada por la posibilidad de no estar a la altura, se hizo con un tutor para ganar cultura general.

RELACIONES TENSAS

Esto es casi ‘Reina por sorpresa’, aunque sin risas. Todo fueron tensiones. Por ejemplo, con su marido Felipe, quien siempre quiso llevar las riendas del matrimonio y ahora se veía obligado a acatar sus decisiones. “Su matrimonio con Felipe tuvo que cambiar”, ha contado la actriz Claire Foy en The New York Times. “Creo que habrían querido llevar una vida convencional en la que el hombre va a trabajar y la mujer se queda en casa”.

Su sentido del deber la llevó, a veces, a defender protocolos y reglas vetustos. En 1956, no permitió a su hermana, la princesa Margarita (en la serie, Vanessa Kirby), casarse con un hombre divorciado, el condecorado héroe militar Peter Townsend.

Isabel encontró un curioso aliado en Winston Churchill (John Lithgow), el primer primer ministro con el que tuvo que trabajar. Había una distancia de 50 años entre ellos, pero nació una colaboración cálida, producto entre otras cosas del hecho de compartir aficiones parecidas: los caballos, las carreras, el polo… Placeres sencillos.