BAR SERIÉFILO
Copas en la caravana de 'Breaking bad'
Abre en Londres un bar que invita a sus clientes a hacerse sus cócteles
Cuando Walter White, interpretado por el actor estadounidense Bryan Cranston, se dio cuenta de que su futuro estaba lejos del instituto donde daba clases y cerca del laboratorio, le prometió a Jesse Pinkman (Aaron Paul), que lo que harían no sería basura, sino que sería arte: «Produciremos un producto químicamente puro y estable que hará honor a su nombre», le dijo el que se convertiría en el temido Heisenberg a su compinche.
Así comenzó la laureada Breaking bad, una de las series de mayor éxito de la historia, y con la misma declaración de intenciones inicia su aventura el flamante bar londinense ABQ, un establecimiento que no se establecerá, ya que solo abrirá durante tres meses. El local, para gozo de los millones de fans que tuvo y sigue teniendo la serie por todo el mundo, será una réplica de la caravana que usaba White, cuando su presupuesto no daba para más, para cocinar su famosa metanfetamina azul. Su nombre es también un homenaje: ABQ son las siglas de Albuquerque, donde se desarrolla la serie, y de los trajes de protección de los protagonistas.
La noticia de la nueva apertura, como la droga ficcionada que circuló por todo el sur de Estados Unidos y amenazó la hegemonía de los narcotraficantes mexicanos a los que se enfrenta White, ha corrido. Y mucho. ABQ abrirá este viernes hasta octubre, y de momento, antes de abrir sus puertas, el aforo está completo hasta mediados de septiembre. En total, más de 31.000 seriéfilos se han apuntado a la lista de espera para conseguir poder meterse durante unas horas en el automóvil, que solo puede albergar a unos 20 fanáticos de las series a la vez. Eso sí, la experiencia no es que sea barata; ni mucho menos. La entrada a la dimensión de Breaking bad cuesta 30 libras, unos 35 euros aproximadamente, e incluye únicamente dos bebidas.
Pero la experiencia, según los creadores de la idea, no se quedará en ver y estar donde trabajaba el mítico Heisenberg. Algunos de los clientes podrán cocinarse a su gusto y libre albedrío sus propios cócteles y brebajes
-siempre dentro de la legalidad, bajo la supervisión de un adulto y sin sustancias añadidas, claro está-, algo que se tenía expresamente prohibido a sí mismo el propio White.
A diferencia de Jessie Pinkman, que vivía enganchándose y desenganchándose a las drogas que hacía con su compañero, White nunca tomó de su metanfetamina, según explicaba en la serie, para mantener su negocio a flote. Un ejemplo que seguro ninguna persona en el bar seguirá. Aunque, recordando el apocalíptico final de la serie, en el que muere todo el mundo excepto Pinkman, mejor hacer caso omiso a las recomendaciones de Heisenberg y que a nadie se le corte la digestión.
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