EN EL 'DOMINICAL'

Norman Foster: "Tuve que luchar para encontrar mi camino"

Norman Foster, protagonista del 'Dominical'

Norman Foster, protagonista del 'Dominical' / periodico

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Es el rostro visible de la empresa Foster and Partners, mastodonte constructor con 500 trabajadores en sedes repartidas entre Londres, Madrid, Hong Kong, Abu Dhabi y Nueva York. Si Norman Foster tuviera que dividir entre todos sus colaboradores cada uno de los premios que ha cosechado a lo largo de medio siglo de carrera, tocarían a más de uno por cabeza.

"Tuve que luchar para encontrar mi camino", contó a la revista Dominical durante la pasada Berlinale, plaza de estreno mundial de How much does your building weigh, Mr. Foster? [¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?]. Documental hagiográfico sobre uno de los más reputados arquitectos del mundo merced a sus títulos de sir (1990) y lord (1999), por su reconocimiento con la Orden de Mérito del Reino Unido (1997), el premio Pritzker (1999), el Príncipe de Asturias de las Artes (2009) y como vencedor de una batalla contra el cáncer (hace casi ocho años) después de superar una expectativa vital de tres meses.

El título del filme está basado en hechos reales. Según cuenta el guionista Deyan Sudjic, "cuando Foster mostró al ingeniero Richard Buckminster Fuller el Sainsbury Centre (galería de arte diseñada por él y que supuso su primer gran éxito arquitectónico, en 1977), el americano le miró a los ojos y le preguntó '¿Cuánto pesa su edificio?'". Foster cuenta que no supo contestar, pero reparó al tiempo en que el peso era excesivo y se concentraba sobre todo en los cimientos, lo cual le hizo dar un vuelco a su arquitectura... y con ello a su vida".

Foster luchó para encontrar su camino. Dejó el colegio a los 16 años y acabó yendo a Yale por su cuenta. "Al principio de mi carrera ¿hace memoria en la revista- trabajé en garajes y panaderías mientras hacía trabajos sucios como freelance para otros arquitectos, lo que no era demasiado común. Pero poco a poco me hice con algunos premios y, con el dinero que ganaba, me dediqué a viajar en los 50. En Manchester fui un inadaptado porque era el único que tenía que trabajar a la vez que asistía a clase para poder pagar la matrícula. Por ello, cuando fui a EEUU y comprobé que todos los estudiantes servían café y lavaban coches, me sentí inmediatamente en casa".