Jaume Barberà, el gurú del hartazgo

Existe una frase hecha en catalán que cuando alguien la pronuncia implica un punto y aparte. Se refiere albròquil(brassica oleracea), una hortaliza emparentada con la col que llegó al culmen del agotamiento en el últimoOnze de Setembre, donde convergió el doble hartazgo por la crisis económica y el encaje deCatalunyaen el rompecabezas español. En esa multitudinariaDiada, entre el mar de banderas, asomó una pancarta (Bròquil is over!) que no se atrevió a usurparJaume Barberà(Mollet del Vallès, 1955) para titular el último de sus libros. Lo dejó en la casolana expresión de toda la vida:S'ha acabat el bròquil, una extensa conversación con el escritor Josep Maria Fonalleras sobre el desconcierto que nos ocupa.

En el exordio de la obra, el ojo sagaz de Fonalleras detecta en el periodista «dos velocidades». Y en efecto, en la distancia corta también conviven en Barberà el diésel de la barquita de cabotaje, que navega en las aguas plácidas de la reflexión, y los tragos de gasolina superrefinada que precisa un Ferrari para encabritarse sobre las ruedas traseras. La profundidad de los silencios ¿esas pausas teatrales que borda Queco Novell, su álter ego en Polònia¿ y el puñetazo sobre la mesa del periodismo intencional, el que todavía se formula preguntas, la base del oficio. En verdad, durante el encuentro con Barberà en una salita de reuniones de TV-3, afloran más interrogantes que respuestas: «¿Por qué los ciudadanos tenemos que pagar el rescate bancario?», «¿es admisible una reforma laboral que despide a la gente como yo, con el pelo blanco?».