Nicky & James

Yo Hilton, tú Rothschild

Los descendientes de estos dos linajes se casan el próximo viernes en los jardines del palacio de Kensington. La pareja ultima una boda a la altura del patrimonio de los contrayentes.

MATRIMONIO DINÁSTICO.  Rothschild y Hilton pasean su noviazgo por yates, hoteles y galas benéficas, como esta celebrada en el Museo de Historia Natural de Nueva York en beneficio del centro.

MATRIMONIO DINÁSTICO. Rothschild y Hilton pasean su noviazgo por yates, hoteles y galas benéficas, como esta celebrada en el Museo de Historia Natural de Nueva York en beneficio del centro.

POR eva cantón

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Cuando el próximo 10 de julio los jardines del palacio de Kensington presencien la unión de Nicky Hilton y James Rothschild, además de una boda de aires principescos, la escena tendrá visos de un contrato histórico entre dos sagas acostumbradas a manejar fortunas de las que aparecen no solo en el papel cuché, sino en las páginas de la revista Forbes.

Dos herederos que se conocieron en Italia en el 2011, durante otro enlace de altos vuelos, el de Petra Ecclestone, hija del multimillonario dueño de la Fórmula 1. Desde entonces, su vida transita entre Estados Unidos, donde vive la biznieta del magnate y fundador de la cadena hotelera que lleva su nombre, Conrad Hilton, y la Inglaterra del descendiente de Mayer Amschel Rothschild, la poderosa familia de banqueros fundada en Alemania a finales del siglo XVIII.

Capitales de vértigo

Algo menos esperpéntica que su hermana Paris, será la segunda vez que la diseñadora, de 31 años, pase por el altar. Ya lo hizo en el 2004 con un amigo de la infancia, el empresario Todd Andrew Meister, en un escenario menos regio pero igual de habituado al dinero (Las Vegas), aunque el amor duró poco y el matrimonio se anuló de manera exprés. Ahora probará suerte con el banquero diplomado en la prestigiosa escuela de Eton que, según cuentan, se arrodilló para pedir la mano de Nicky a bordo de un barco en medio del lago Como. Parece que, desde ese momento, la menor de los Hilton mantuvo a raya las excentricidades y se contentó con un perfil discreto (solo ha trascendido que vestirá de Valentino), mientras preparaba los fastos de una boda a la altura del patrimonio de los contrayentes.

El imperio hotelero Hilton, cuya fortuna se calcula en unos 16.000 millones de euros, está repartido por más de 90 países y gestiona gracias a una decena de filiales más de 4.000 hoteles y resorts. Los Rothschild, los Rockefeller europeos, suman por su parte un capital de vértigo estimado en 375 trillones de euros, según la revista Gala. Aunque la ceremonia es prácticamente en su casa, el príncipe Guillermo y su esposa, Kate, no asistirán a la recepción, porque acaban de ser padres por segunda vez y la pareja se ha traslado a la propiedad que tienen en el condado de Norfolk, en el este de Inglaterra.

Arreglar matrimonios

A lo largo de siete generaciones, los Rothschild se han convertido en el símbolo de las finanzas desde que su ancestro envió a sus cinco hijos a conquistar Europa, situándolos en ciudades estratégicas como París, Nápoles, Viena y Londres. Para que el dinero no se alejara demasiado de la familia, arreglaba los matrimonios casándolos con sus primas. Los vástagos amasaban su fortuna mientras se hacían indispensables para los diferentes gobiernos. Y cuando Europa se enfrasca en las guerras napoleónicas los Rothschild, siguieron haciendo negocio y aumentando su influencia. Fue un Rothschild quien contribuyó a financiar la campaña del duque de Wellington que llevó a la derrota de Napoleón en Waterloo. Y el primer barón Rothschild abrió mercado fuera de Europa prestando dinero a Estados Unidos.

Hoy solo sobreviven dos ramas de la familia, la inglesa y la francesa, enredada esta última en una auténtica guerra de clanes protagonizada por David de Rothschild, el banquero más poderoso de París, y su primo Benjamín, afincado en Suiza. Larvada durante más de 15 años, la batalla estalló este año en toda regla por el control de un preciado tesoro: el nombre. La baronesa Ariane, esposa de Benjamín, acusa a David, de apropiarse de la marca Rothschild en su propio beneficio. Según cuenta la revista francesa L'Obs, un pacto familiar establece que un Rothschild solo puede hacer un uso comercial de ese nombre si cumple dos requisitos: ser el accionista mayoritario de la compañía y agregar al apellido cualquier otro elemento distintivo. Parece que David se ha saltado a la torera el acuerdo y registrado el nombre de Rothschild, así, sin más, en una cuarentena de países. Eso es lo que ha molestado a la baronesa ,que le acusa de sembrar la confusión de manera deliberada y ha llevado el caso a los tribunales. En el fondo, el espíritu del fundador sigue presente porque el temor de unos es que el control de las finanzas se les escape a otros. «No les voy a decir a mis hijos dentro de 10 años que ya no son unos Rothschild», dice en la revista francesa la baronesa, que se ha situado al frente de una cruzada para mantener alta la divisa familiar: «concordia, integritas, industria». A la espera de ver si lo consigue, al otro lado del Canal de la Mancha, un miembro de la rama inglesa de los Rothschild está ocupado en otras cosas. Por muchos motivos, la boda del próximo 10 de julio será todo un acontecimiento y quien quiera imitarles puede hacerlo al menos en una cosa. En la página web del Palacio de Kensington se pueden alquilar los jardines para la ceremonia nupcial e incluso para tomar un té vespertino y organizar recepciones. Aunque lo cierto es que es muy difícil que haya muchas parejas con el presupuesto de los Hilton-Rothschild.