Spears / Gaga / Monáe

Entre el pop y el 'peep show'

Donde algunos solo ven «basura musical» y contoneos, una nueva generación de feministas avistan «la vanguardia del cambio social» en el pop

Lady Gaga, Nueva York, 1986. 'Artpop', su tercer disco de estudio, sale a la venta en noviembre.

Lady Gaga, Nueva York, 1986. 'Artpop', su tercer disco de estudio, sale a la venta en noviembre.

NÚRIA MARRÓN / Barcelona

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Si no has visto una entrepierna o una lengua serpenteante en los últimos cinco segundos, es que no pones la MTV lo suficiente, dice un aforismo musical. Y lo cierto es que la carrera desbocada por el tanga más sucinto que parecen disputar las divas del pop está llegando este otoño al paroxismo, a cuenta de que un puñado de ellas -Lady Gaga, Miley Cyrus, Britney Spears, Katy Perry y Janelle Monáe- han sacado o sacan disco.

Así que cuando la galaxia global aún no había desmontado la cara de estupor por el número de Cyrus en la última gala de la MTV, ha llegado esta semana Britney Spears pidiendo paso con una canción electro-apisonadora que dice cosas como «¿Quieres un cuerpo sexy? ¿Quieres un Bugatti? ¿Quieres un Maserati? Trabaja, perra». El guion ha seguido el story board tipo. Una filtración -una más, tras las de Perry y Gaga- obliga teóricamente a adelantar el lanzamiento de este tema que, a priori, no se sabe si es el vómito rabioso de cómo se ha llegado a sentir en los malos días o el certificado de que el éxito femenino pasa por un buen coche y un buen cirujano. La canción ha llegado acompañada, vía Twitter, de una foto en biquini tomada en un descanso del «rodaje muy caliente» del videoclip. Los relaciones públicas han hecho el resto del trabajo y por tierra, mar y aire, ya se sabe que a) en el vídeo aparecerá desnuda, cubriéndose «solo con las manos» y b) ha firmado un contrato de diva-residente en Las Vegas que en dos años le reportará 30 millones de dólares.

Sin embargo, los chistes sobre si Cyrus debía hacerse una prueba de embarazo tras el bailoteo con Robin Thicke o las apuestas de cuánto tardará Spears en volver a los carbohidratos no son la única literatura que inspira este especie de monocultivo musical en el que todos los esfuerzos parecen concentrarse en despertar el deseo (masculino).

La escritora y directora Virginie Despentes fue una de las primeras en auscultar esta hipersexualidad que se ve en la calle, la MTV y las revistas del corazón. Y en su Teoría King Kong llegó al siguiente diagnóstico: «Nunca se había exigido tantas pruebas de sumisión a las normas estéticas, tantas modificaciones corporales para feminizar un cuerpo. Al mismo tiempo, ninguna otra sociedad ha permitido de forma tan libre la circulación corporal e intelectual de las mujeresParece paradójico, pero creo que las mujeres disimulan espontáneamente lo que acaban de lograr. 'Liberémonos pero no mucho, no queremos asustar', parecen decir. Y se sitúan en la posición de seductora de modo tan ostentoso que ellas mismas saben que -en el fondo- se trata de un simulacro. Salir de la jaula siempre ha ido acompañado de sanciones brutales».En esta gran mascarada, lo que a la feminista Camille Paglia -que tantas palabras dedicó a la sexualidad poderosa y libre de Madonna- le apareció más «atroz» del show de Cyrus fue su propuesta artística. «El pop sufre la misma enfermedad que el mundo del arte, que se ha quedado atascado en la idea de que el shock es lo que da automáticamente el valor. Pero estos gestos vanguardistas han perdido su relevancia, porque en la era de la tecnología difusa y saturada ya no hay una alta cultura contra la que rebelarse».Sin embargo, donde Paglia solo ve «basura musical insípida», «trucos tontos para lograr notoriedad» y «actitud y embalaje» con el fin de epatar en los macroconciertos (la principal fuente de ingresos), una nueva generación de mujeres que están sacando el feminismo a la calle otean indicios de cambio. Y bastante saludables. Es cierto que la mayoría de estrellas del pop vienen a decir a niñas y adolescentes que solo tendrán éxito si se las apañan para ser jóvenes, delgadas y sexis. Y que muchas veces sus gestos parecen más dictados por los despachos que por su propio deseo. Aun así, la crítica cultural inglesa Caitlin Moran asegura que, en términos feministas -y ahí va la bomba-, «el pop es la vanguardia del cambio social». Y no precisamente porque compre esas coartadas de que, en realidad, el rapero Robin Thicke es autoparódico cuando sale en el videoclip Blurred lines rodeado de modelos en top-less (lo realmente irónico sería que a su alrededor pulularan abuelas).

Modelos asequibles

Para Moran, divas como Lady Gaga significan un aparte. Una mujer que se contonea con una pata de pollo en la cabeza «no parece dar la impresión de que quiere que se acuesten con ella». Lo que sí quiere Gaga, en opinión de esta sobrina inteligente y descarada de Germaine Greer, es ponerse «de lado de los bichos raros y dar un nuevo espacio» a todos los que no son o no quieren ser lo que se espera de ellos. «Y es genial que sea portada y esté en tabloides y revistas asequibles, en lugar de en libros de texto, fanzines o locales nocturnos donde solo tres feministas que no lo necesitan pueden encontrarla», dice en Cómo ser mujer«Es difícil oprimir a una generación de adolescentes que han crecido bajo esta estrella del pop liberal, cultivada y bisexual que, según Forbes, es la séptima celebridad más influyente».Gaga no está sola. Al lado tiene a un coloso llamado Janelle Monáe que en su anterior disco ya se presentaba como un cyborg soul que con esmoquin y tupé venía a hacer el bien desde el año 2719. Artista total, acaba de presentar su nuevo trabajo, Electric lady, y un vídeo, Danced apocalyptic, en el que solo aparecen chicas. Y bailan y brincan y sudan y se besan mientras el mundo se derrumba porque quieren, no para que nadie las mire. Sus electric ladies, dice, aluden a las mujeres que «son lo que quieren ser o son el cambio de su comunidad». «Se discrimina por ser gay o lesbiana, afroamericano o incluso mujer. Aún hay muchas cosas por las que la gente se debería levantar y luchar como Martin Luther King». Y encima le va obscenamente bien. ¿Alguien más, a parte de Moran, ve algún signo de cambio?