MUNDIAL DE F-1

Cuando Schumacher aplaudió a Rosberg

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Estos chicos de la F-1, liderados por el abuelo Bernie Ecclestone, parecen que han conseguido, por fin, un campeonato del mundo emocionante, muy emocionante, con un montón de coches competitivos, diversos ganadores, algunos adelantamientos espectaculares y, sobre todo, un puñado de pilotos que parecen dispuestos a partirse la cara, y algo más, por pelear por un título mundial que se ha puesto muy caro, carísimo, tanto que el nuevo líder no es otro que el británico Lewis Hamilton (McLaren-Mercedes), que no ha ganado ninguna de las tres carreras disputadas, ni siquiera ha sido segundo en ellas y que, con sus tres terceros puestos en Australia, Malasia y hoy en China, supera por dos puntos a su compatriota y compañero de equipo, Jenson Button, y al español Fernando Alonso, que hoy ha empezado a conocer (aunque él siempre lo ha sabido y pregonado) la realidad de Ferrari: “Los adelantos en las curvas y me superan en las rectas”. Es decir, este coche no sirve, este coche no gana, este coche no es un coche campeón, este coche correr 15 kilómetros por hora menos que el de mis rivales.

El campeonato, que arrancó con dos victorias por solo dos segundos de Button sobre el alemán Sebastián Vettel en Melbourne y de Alonso ante el mexicano Sergio Pérez (Sauber) en Kuala Lumpur, ha seguido hoy con una auténtica demostración de poder del joven alemán Nico Rosberg, de 26 años, hijo del popular finlandés Keke Rosbger (campeón del mundo en el 82 con Williams), que, esta vez sí, ha ganado con una mano a Button, superándole por más de 20 segundos aunque, eso sí, aprovechándose de dos errores clamorosos de los equipos Mercedes y McLaren en los boxes. En el primero, un mecánico se olvidó de apretar la rueda delantera derecha de Michael Schumacher, que podía haber plantado cara a Rosberg en la carrera y, en el segundo, el lentísimo cambio de ruedas de Button le dejaron sin posibilidades (las tenía remotas, sí, pero las tenía) de perseguir al líder en el último tercio de carrera.

Lo evidente es que, de momento, ha habido tres vencedores distintos (Button, Alonso y Rosberg) sobre tres coches distintos (McLaren, Ferrari y Mercedes). Buenísima noticia. Como fantástica es la sorpresa de que los Red Bull, que el año pasado ganaron 12 de los 19 grandes premios disputados (11 triunfos de Vettel y uno de Webber), sumando entre ambos 27 podios, están este año, de momento, muy atrás y solo puedan fardar del segundo puesto del bicampeón alemán en Australia. Ya no tienen el mejor coche, ya no arrasan, ya no dominan los sábados, ya no triunfan el domingo. Si ese era uno de los objetivos de la nueva reglamentación: misión cumplida.

Pero hay mucho más. Por ejemplo, 17 pilotos de los 22 que forman la parrilla han sumado ya puntos. Ilusionante realidad, muy novedosa. Dos campeones de antaño, Michael Schumacher y Kimi Raikkonen, están haciendo las delicias de los aficionados y han demostrado, en tan solo tres carreras, que no han vuelto a la parrilla para seguir aumentando sus ya cuantiosas cuentas corrientes. Y ellos, competitivos como cuando arrasaban en su época, se codean con nuevos valores que han proporcionado burbujas de felicidad a la F-1 como ese impetuoso mexicano llamado Sergio Pérez (Sauber), ese constante japonés llamado Kamui Kobayashi (Sauber), elsobrinísimo Bruno Senna (Williams), un sorprendente Romaní Grosjean (Lotus) y el no menos llamativo Paul Di Resta (Force India-Mercedes).

En ese sentido, en ese contraste, en esa mezcla maravillosa de veteranía y juventud, de recuperación de lo mejor del pasado y el alumbramiento del futuro se centró la desgracia y la felicidad del gran premio de esta mañana cuando un pletóricoSchumi sonreía, a sus 43 años, siete títulos y 91 victorias, y mostraba su felicidad (se veía muy sincera, mucho) al asistir, desde el muro (su equipo le había arruinado su fantástica carrera), al primer triunfo de su alumno más aventajado, Nico, de 26 años.