La clave

Mejor el MIT que Macao

ENRIC HERNÀNDEZ

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Los empresarios del juego están de enhorabuena. Gracias al advenimiento del magnate de los casinosSheldon Adelson en Alcorcón (Madrid) y a la irrupción de su rival en la Costa Daurada, el BCN World surgido a la sombra del fallido Eurovegas, el sector recreativo está arrancando a los gobiernos de Madrid y Catalunya muchas de las concesiones que durante años reclamó en vano. La banca gana.

El anteproyecto de ley de la Generalitat, diseñado para ayudar a que BCN World capte inversores extranjeros como elcapodel juego chino Stanley Ho, permite, por ejemplo, que los menores deambulen por los recintos lúdicos entre máquinas tragaperras. En eso, el complejo lúdico adyacente al parque de atracciones infantiles Port Aventura será la excepción; los restantes casinos catalanes no tendrán tanta fortuna.

Sí se beneficiarán, en cambio, del permiso para prestar dinero a sus clientes al objeto de que lo puedan invertiren el tapete o la ruleta. Y, sobre todo, de la jugosa rebaja de impuestos con que el Govern obsequia al negocio del juego: si hasta ahora sus ingresos estaban gravados con un máximo del 55%, en adelante ese tope se reduce en Catalunya hasta el 10%, frente al testimonial 1% de Madrid. Aunque la tasa del juego viene aportando más de 200 millones anuales a las arcas catalanas, según las estimaciones de la Generalitat estas exenciones fiscales no menguarán la recaudación. Veremos.

Históricamente, la patronal de los juegos recreativos ha defendido los estímulos fiscales a su negocio como vía para generar riqueza y puestos de trabajo. Y hay que reconocer que no le falta razón, sobre todo en lo primero: aun lastrado por la crisis, en el 2012 el sector facturó en España más de 4.000 millones.

El patrón de crecimiento

Fiscalidad y subvenciones son las armas más potentes que tienen los gobiernos para alentar los sectores que tiran del crecimiento. Que el estímulo al juego conviva con los recortes en educación e investigación prefigura un nuevo patrón de crecimiento para España más próximo al de Macao, el paraíso de la ludopatía, que al del MIT, la meca tecnológica de Massachusetts. Mejor nos iría con el segundo.