FESTIVAL DISCUTIDO

Eurovisión: la pesadilla interminable

La polémica elección del sabadellense Manel Navarro para representar a TVE en Kiev da pie al autor para trazar su personal recorrido por la historia del certamen.

Manel Navarro representará este año a TVE, en medio de acusaciones de tongo por la designación.

Manel Navarro representará este año a TVE, en medio de acusaciones de tongo por la designación.

RAMÓN DE ESPAÑA

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¿Qué tienen en común el festival de Eurovisión, Artur Mas y un servidor de ustedes? Pues que los tres nacieron en el año del Señor de 1956, como el Capitán Trueno, personaje al que suelo recurrir para consolarme de haber compartido mi llegada al mundo con un festival que detesto y un personaje cuya incomparable astucia política tanto ha contribuido a dar forma a la Catalunya que ahora mismo disfrutamos. Una vida compartida con el festival de Eurovisión es una vida lastrada por una celebración absurda, anacrónica, desgajada de la realidad musical de los países que participan y seguida con entusiasmo por una gente cuyos motivos de disfrute se me escapan, pues el festival de marras ni siquiera responde a ese so bad it's good que redime a ciertas películas entre los connaiseurs del cutrerío cinematográfico (y que en el mundo de la música ha contado con titanes como Gary Glitter, María Jesús y su acordeón o el difunto Mister Trololó, aquel ruso con pinta de figura de cera que tan bien nos lo hizo pasar hace algunos años).

Reconozco que hubo una época en la que me tomé en serio el festival de Eurovisión, pero aduzco en mi defensa que era un niño y que la televisión franquista presentaba el asunto como un combate internacional en el que se jugaba el honor de la patria y en el que lo más importante era imponerse a la pérfida Albión. Hablo de los tiempos en que enviábamos a Raphael, a Massiel o a Julio Iglesias, y en los que José Luis Uribarri comentaba la cosa con una seriedad y una erudición dignas de mejor causa.

DESPUÉS DE URIBARRI

Creo que TVE debería haber dejado de participar en el festival tras el fallecimiento del señor Uribarri, pues muchos teníamos la impresión -equivocada- de que era la única persona en España a la que el festival se le antojaba una propuesta de importancia fundamental, pero no fue así y ahí seguimos, este año a través de un tal Manel Navarro, natural de Sabadell, y de su canción 'Do it for your lover', que el hombre interpretará en Kiev el próximo 13 de mayo.

El festival de Eurovisión se lo inventó en 1955 un suizo llamado Marcel Bezençon, que entonces presidía la UER (Unión Europea de Radiodifusión), celebrándose por primera vez al año siguiente en Lugano. Imagino al señor Bezençon cargado de buena intención y tratando de crear un nuevo nexo de unión entre los europeos, pero viendo cómo ha evolucionado la cosa, no estoy muy seguro de querer felicitarle por su magna idea. De todos modos, durante los años 60 y 70, el festival todavía tenía algo que ver con la realidad en general y la realidad musical en particular. Los citados Raphael, Massiel y Julio Iglesias eran estrellas en su país.

CLIFF RICHARD Y SANDIE SHAW

Y desde el extranjero se enviaban a la ciudad de turno cantantes que también existían fuera del espacio mental del festival: los ingleses mandaban a Cliff Richard o a Sandie Shaw (que ganó en la edición de 1967 con su pegadiza 'Puppets on a string', bendecida por una psicotrónica versión de Los Tres Sudamericanos con el título de 'Marionetas en la cuerda'). Los suecos enviaron a Abba, que ganaron en 1974 con su 'Waterloo'. La última presencia del mundo real que uno recuerda se remonta a 1997, con la banda británica Katrina & The Waves, una de esas 'one hit wonders' de la que solo se recuerda la canción 'Walking on sunshine', que sigue presente en todas las radiofórmulas.

Lo peor llegó cuando se abrió el festival a los países del Este, que eran ya prácticamente los únicos a los que les hacía ilusión el festival de marras, que se tomaban -equivocadamente- como una prueba de que la gran comunidad democrática europea les acogía con los brazos abiertos. Es más, yo diría que fueron esos países del Este los que insuflaron nueva, aunque ridícula, vida a la cosa, enviando lo más malo, más grotesco y más absurdo de la producción local.

No me extrañaría que el delirio posoviético incidiera en el interés de cierta parte del colectivo gay por el festival: me cuentan que hay algunos 'talibanes' de Eurovisión que se reúnen en domicilios privados la noche en que lo emiten para cultivar su insania al respecto de manera discreta. En un más difícil todavía, han conseguido encontrar algo más horroroso y ridículo que los musicales de Broadway. Y gracias a ellos, un festival que debería haberse ido muriendo de asco tras la desaparición de José Luis Uribarri, está más vivo que nunca. El locutor Xavi Martínez, que se llevó un sopapo cuando la elección de Manel Navarro, puede certificar la pasión que suscita Eurovisión entre sus forofos.