La eclosión de las asociaciones políticas

De abajo arriba

IOLANDA MÁRMOL
MADRID

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Nadie sabe si serán flor de un día o si lograrán cambiar algo las reglas del juego. Pero cada vez hay más. Son partidos neonatos. En lo que llevamos de año se han inscrito en el registro del Ministerio del Interior 51 nuevas fuerzas políticas. Es decir, en solo tres meses se han creado la mitad de los partidos que en todo el 2013, cuando se formaron 81. La cifra supone una clara tendencia al alza que los politólogos examinan en clave de oportunismo e indignación.

La decadencia de la política y el hartazgo de los ciudadanos hacia la partitocracia son los factores que habrían abonado el terreno para la aparición de un brote de nuevos partidos que se fundan ad hoc, justo para presentarse a las elecciones europeas del 25 de mayo. Sus planteamientos son diversos, pero existen entre ellos evidentes nexos comunes: la crítica visceral al sistema de partidos y líderes outsiders. Vox, con José Antonio Ortega Lara y el expopular Alejo Vidal-Quadras. El Partido X, que lidera Hervé Falciani, el hacker que hizo pública una lista de evasores fiscales en la banca suiza. Movimiento RED, creado por el juez Elpidio José Silva, el magistrado suspendido cautelarmente por presuntos delitos en la instrucción de la causa contra el expresidente de Caja Madrid Miguel Blesa. O Recortes Cero, impulsado por el escritor Juan Goytisolo y el pintor Antonio López; y Podemos, liderado por el profesor de Ciencias Políticas Pablo Iglesias.

Se trata de fuerzas que se presentan como adalides de la regeneración democrática; muchas de ellas, ni siquiera se acogen a la denominación de partido, sino que se consideran movimientos sociales, plataformas, redes ciudadanas  o asociaciones, para alejarse de la nomenclatura del establishment, al que consideran un enemigo.

ANALGÉSICO POLÍTICO / «Se nutren de la desafección, concentran toda la energía negativa y la canalizan, son como un analgésico político» resume Juan José Álvarez, catedrático en la Universidad del País Vasco y especialista en la UE. Para Álvarez, la fuerte eclosión de estas fuerzas «es saludable porque parece que la sociedad emerja de nuevo después de un tiempo adormecida por la ignorancia y el miedo», pero conlleva un contrasentido, puesto que utilizan los propios corsés de la política para luchar contra ella. La pregunta que se plantean ahora los sociólogos es cuánta dosis de analgésico antipolítico va a necesitar la sociedad española en las próximas elecciones. Y durante cuánto tiempo.

Un especialista en construcción y análisis de discursos aporta una visión más crítica. «Algunos son oportunistas, esconden sus verdaderos intereses, y la verdad es que es la mayor oportunidad que nunca ha habido en la historia de Europa porque con el descontento saben que pescaran con la marea llena», afirma.

Xavier Casals, especialista en el estudio de este fenómeno, describe tres rasgos fundamentales de los nuevos partidos: reclaman una mayor cercanía de los políticos a los ciudadanos, son movimientos donde tienen más importancia los valores que la ideología izquierda-derecha, y, a falta de recursos, se mueven en la red. Casals es tajante y considera que no existe posibilidad de marcha atrás. «Estamos ante la segunda transición española, el sistema político estatal está implosionando, y el epicentro empezó en Catalunya con una ola populista», sentencia.

Los politólogos coinciden en que el fenómeno de los partidos antipolítica se observó por primera vez en Catalunya, y ahora se propaga. En el 2003, se crearon Plataforma per Catalunya (PxC) y la Candidatura d'Unitat Popular (CUP); en el 2006, Ciutadans; y en el 2010, Solidaritat Catalana per la Independència (SI). «Algunos de estos partidos logran institucionalizarse, y otros no, pero suelen tener liderazgos de outsiders más o menos populistas, gente de fuera de la política, como Josep Anglada o Joan Laporta, que refuerzan la idea de no-partido», añade Casals.

Los discursos de las nuevas fuerzas desarrollan también el aspecto identitario. Ya sea para apelar a un ideal nacionalista catalán o a un nacionalismo español que carga contra los presuntos excesos del Estado autonómico. Un ejemplo ilustrativo es el vídeo promocional de Vox, que compara a las autonomías con elefantes hambrientos e insaciables a los que el Estado debe alimentar. Es la demonización del enemigo. Y en los nuevos partidos hay dos diablos: el nacionalismo antagonista y la política en sí como sistema corrupto.

APROVECHAR LAS EUROPEAS / Los expertos consideran que las europeas son las elecciones idóneas para estos partidos, puesto que la sociedad percibe que no se juega tanto y se vota con menor responsabilidad. En efecto, los sociólogos prevén que estos comicios sirvan para canalizar la frustración del electorado, ya sea mediante la abstención o las fugas de los votantes de grandes partidos a nuevas fuerzas. Y no tan nuevas. El primer partido que en España hizo bandera de esa crítica a la partitocracia y apuesta por la regeneración democrática fue UPD, a la que las encuestas atribuyen un aumento exponencial de voto.

Dentro del war room, los estrategas electorales de PSOE y PP confirman que en las europeas se observará, más que nunca, un voto de castigo al Gobierno y a los partidos mayoritarios que va a permitir emerger a fuerzas más modestas. La duda es cuántos de esos pequeños partidos conseguirán obtener una mínima representación, que además de legitimidad, les aportaría también la financiación suficiente para sobrevivir. Y la duda permanecerá hasta el 25-M, aunque los pronósticos no son especialmente halagüeños. Ellos lo saben y están lanzados ya en sus campañas de escaso presupuesto y mucho manejo de internet, plenamente conscientes de que, recuperando a Abraham Lincoln, «una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil». Incluso cuando lo que se critica es la política.