España, entre el bien y el mal

El duelo de octavos contra Italia no solo marca el futuro de la selección en el torneo sino también reforzar o cerrar un ciclo glorioso basado en un estilo

Los jugadores de la selección española, en el último entrenamiento antes del partido contra Italia.

Los jugadores de la selección española, en el último entrenamiento antes del partido contra Italia. / periodico

MARCOS LÓPEZ / PARÍS (enviado especial)

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Está España en la frontera del bien. O del mal. Aparece este lunes en París el campeón de Europa para librar un partido que marcará algo más que su futuro en el torneo. No solo anda en juego eliminar a Italia y llegar a los cuartos de final donde le esperaría Alemania, la actual campeona del mundo, que viaja por Francia con un juego que da miedo. Es mucho más que ganar un cruce. Es el partido más esperado de estos octavos de final.

En juego está también la credibilidad de la selección, que ha vivido su edad de oro. Jamás ganó tanto, un Mundial y dos Eurocopas consecutivas, empañada esa maravillosa era, eso sí, por el cruel recuerdo que causó su pobrísimo papel en Brasil hace dos años. Si España finiquita las ganas de vendetta de los italianos no habrá conquistado tiempo sino también demostrará que lo del Mundial-2014 fue un accidente. Un terrible accidente, pero accidente.

Hubo un tiempo, y no hace tantos años, en que España miraba con envidia a Italia. Hasta por su fútbol, por mucho que ahora parezca hasta mentira. Era la época de la furia. Tenían los italianos todo lo que aspiraba la selección española. Una historia, una tradición y, sobre todo, una idea de juego, el catenaccio por bandera, o la versión moderna representada en Buffon (38 años), Barzagli (35), Chiellini (31) y Bonucci (29).Buffon (38 años), Barzagli (35), Chiellini (31) y Bonucci (29)

EL GAFE DEL BLANCO

Gladiadores italianos todos ellos que hacen de la defensa un arte supremo, convirtiendo cada balón en un asunto agonístico, de vida o muerte. Y, casi siempre, solían ganar ellos. Hasta que llegó el toque de Luis Aragones, hace ya ocho años, y cambió todo. Son ahora los italianos los que envidian a la luminosa España que ha dominado el fútbol mundial casi en la última década. Pero viajó a Brasil y todo se torció. Allí, en su debut como campeona del mundo, la selección de Vicente del Bosque vestía de blanco cuando Holanda, con un mismo formato táctico que la Italia de Conte (3-5-2, laterales largos), era sometida a un escarnio: 1-5 y el inicio del fin en el último Mundial. También iba de blanco cuando Italia provocó un trauma generacional en el Mundial de 1994 bañando en sangre las lágrimas de Luis Enrique tras recibir el codazo de Tassotti.

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De blanco jugó, por ejemplo, en su última derrota ante Croacia, que le envió a la autopista de la muerte en los octavos de final. Aunque no se sabe realmente donde está el peligro. O si no que se lo pregunten a los croatas, ya camino de su casa después de ser eliminados por la Portugal de Cristiano RonaldoDel Bosque, sometido una gran tensión, Del Bosqueno pierde el tiempo en hablar de uniformes, obsesionado como está en que España se reconcilie consigo misma.

RECUPERAR EL CONTROL

A él lo que le interesa de verdad es que España recupere el control del juego. O lo que es lo mismo. Que tenga el balón y lo juegue con criterio e inteligencia, algo que no hizo en los minutos finales ante Croacia. En estos seis últimos días, y mientras crecía el ruido mediático, el seleccionador ha jugado miles de veces en su cabeza el partido contra esos expertos italianos, los soldados de Conte.

Como ya avanzó el pasado sábado a EL PERIÓDICO, Del Bosque no toma la referencia del 4-0 en la final de la Eurocopa del 2012. Se queda el técnico con el 1-1 de la fase de grupos, un partido que se le atragantó a la selección de tal manera que no hallaba las soluciones para superar esa línea de tres centrales, que llevan casi toda una vida juntos. Necesita España toneladas de paciencia e ingenio para encontrar los atajos, además de una extraordinaria fortaleza emocional porque 90 minutos contra los italianos son molto lungos.

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En esa frontera del bien y del mal está también sumergido Del Bosque. Quizá sea este lunes su último partido, si pierde, claro, como seleccionador después de un período de éxito, acompañado de las tradicionales turbulencias de un país más pendiente del ruido que del juego.

Pase lo que pase, la selección ha protagonizado una verdadera revolución cultural. De ella depende prolongarlo, al menos, una semana más o emitir el certificado de defunción de una época increíble. Tozudo como es, quiere vivir, o morir, con sus ideas. Ideas que a él, salmantino y madridista de cuna hasta que Florentino lo despreció por anticuado, le han acercado más al Camp Nou que al Bernabéu.

Por eso, esperan más a Del Bosque en su casa que fuera, cansado, como él lo ha definido de "mentira tras mentira" que ha ido empozoñando el ambiente de la selección. En París le toca hablar a la pelota. Si España es fiel, Italia claudicará. Si duda, Italia le enviará a casa y podría ya, ahora sí, darse por liquidada la hegemonía de La Roja, iniciándose así el período de autodestrucción. Se verá entonces si la idea era sólida o solo fue un paréntesis, un hermoso paréntesis.