España, en la encrucijada

El triste final en la Eurocopa abre un debate sobre el técnico que debería suceder a Del Bosque para garantizar el modelo de juego

Del Bosque, abatido como todo el banquillo de España, durante el partido contra Italia.

Del Bosque, abatido como todo el banquillo de España, durante el partido contra Italia. / periodico

MARCOS LÓPEZ / SAINT MARTÍN DE RÉ (enviado especial)

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Habló el balón y España se quedó muda, asumiendo que ya no es lo que fue. Era un equipo hegemónico e indiscutible, capaz de tiranizar el fútbol con la pelota entre los pies. Pero el éxito no es eterno. Ni siquiera tener al mejor del mundo te lo garantiza. Si no que se lo pregunten a Argentina, que ha hecho renegar a Messi hasta de su propia piel. España ha descendido, muy a su pesar, al segundo nivel europeo y mundial. Como anunció PiquéPiqué, uno de los más lúcidos tanto en el campo como fuera, «toca aceptarlo» esa caída. No hay más. Aquel equipo campeón, que no es este que se desplomó ante Italia, pertenece al recuerdo y quedará para siempre como patrimonio de la memoria. Pero ya no existe. 

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Duró mucho, tanto que hizo pensar incluso que lo habitual era ganar. Ganar y ganar, sin más. Pero nada habituales en la elite son esos ciclos tan continuados –ni Alemania, por ejemplo, ni Italia o Francia lo han hecho en la última década–, por lo que ahora el viaje a la normalidad se presume aún más duro. A partir de este momento de depresión y desconcierto, España también será prisionera de su historia. El recuerdo de la obra que levantó del 2008 al 2012 aumentará con el paso del tiempo.

Competirá, por lo tanto, contra el rival y contra sí misma. Ahora, España es terrenal, capaz de perder con las dos primeras selecciones potentes (Croacia e Italia) que se le han cruzado en su camino, a pesar de que la idea que le sostenía se mantenía inalterable. Pero los actores no son los mismos.

No hay equipo que resista el deterioro del paso del tiempo ni el abandono de sus piezas claves. Era inevitable. Bastante duró la vida en el paraíso con un Mundial y dos Eurocopas en cuatro años legendarios, dejando, además, un legado que perdurará por los siglos de los siglos. España, que nunca fue modelo de nada, se convirtió en una referencia planetaria, provocando revoluciones culturales de tal magnitud como que hata la Alemania de Löw, actual campeona del mundo, quiere ser como ella, abandonando los teutones incluso sus tradicionales raices.

"No hay que darle más vueltas, el equipo no tuvo el nivel que tenía cuando ganamos Mundial y Eurocopas" (Piqué)

Tuvo la selección española una manera de jugar especial, singular y, al mismo tiempo, hermosa. Y muy exitosa. España tiene que articular, de nuevo, su discurso futbolístico, pero sin perder de vista la ruta que le ha llevado a la cima. Si cae en la tentación de abandonar su Biblia, el descenso aún podría ser más rápido. Y todavía peor. En los últimos dos años, tres selecciones con un engranaje táctico similar –la Holanda de Van Gaal, el Chile de Sampaoli y la Italia de Conte– han despojado al campeón de su corona. Se miró al espejo y no se vio. Cuatro goles encajados en los últimos 180 minutos, mientras que solo tres recibió en el Mundial 2010 y Eurocopa-2012.

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«No hay que darle más vueltas. El equipo no tiene el nivel que tenía cuando ganamos Eurocopa y Mundial», sentenció Piqué, el futbolista que con mayor precisión ha diagnosticado, junto a Iniesta, el desplome de España. «Estuvimos demasiados pendientes de ellos, tuvimos muchas dudas», subrayó el capitán del Barça, dolido porque la selección no fue fiel a su modelo. Ni supo serlo. Hay otros análisis. «Italia fue mejor, estuvimos tímidos en el primer tiempo», contó Del Bosque. Pero no son tan certeros y profundos como el de Piqué, quien obliga además a revisar el estilo para que sea «más efectivo».

No se sabe hasta donde llegará esta Italia de Conte, pero sí que se descubrió que Holanda se asomó al éxito en Brasil y poco después se estampó contra la pared al no clasificarse ni para una Eurocopa de 24 equipos o que Sampaoli sentó las bases para que Chile ganara. Con él y sin él. Con él se llevó un título, la Copa América del 2015, y sin él también otro porque Pizzi ha levantado la Copa América del 2016. Con Messi, como víctima colateral del triunfo de la idea chilena. La prueba de que con el mejor no basta.

Ahora, cuando Del Bosque pasa sus últimas horas en el despacho que visitaba cada mañana en la ciudad deportiva de Las Rozas (Madrid)Del Bosque, España se halla ante una encrucijada. No solo por el técnico que elija (Caparrós, LopeteguiJémez, pese a que acaba de firmar por el Granada con claúsula escapatoria, y Michel figuran entre los candidatos) sino por el camino que emprenda. No es elegir tan solo un seleccionador, es algo mucho más trascendente. Dependa quien se sienta en el banquillo anda en juego también la continuidad de una manera de entender el juego.

Ya no están los pilares (Xavi, Casillas, que colgó en sus redes sociales un vídeo de Rambo que sonó a despedia -"¿odiar a mi país? ¡Moriría por él!", se escucha decir a Silvester Stallone–, PuyolVilla, Fernando TorresXabi Alonso) que sostenían a la España imperial, que convirtió el planeta del fútbol en el jardín de su casa, pero hay, como diría Piqué, «unos jóvenes que prometen mucho», unidos a la luz de un mago. «Queda Iniesta para rato», dijo el azulgrana tras caer eliminado con Italia.

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Esas son las bases de la regeneración, pero sin pilares y sin referencias, todo se tambalea. En la debilidad es cuando se comprobará, de verdad, la fortaleza de la idea de España. Se verá ahora si el toque está realmente inoculado en el gen del fútbol español o el retorno a la furia, el estilo que no dio casi nada durante más de medio siglo, se impone. En la derrota que certifica el fin de la era en la que no hubo, curiosamente, lágrimas ni tampoco un drama excesivo.

Acostumbrada a la sonrisa permanente, España interiorizó su vuelta a la normalidad con naturalidad. No se desgarró ninguna alma, como si el final estuviera asumido desde que Perisic desangró a la selección en Burdeos. Italia solo firmó la caída. El mal ya estaba hecho. Si se equivoca en la elección del sustituto de Del Bosque tardará años en hallar la ruta adecuada.