Al contrataque

Todos somos Tito

Tito Vilanova, durante un entrenamiento, el pasado julio.

Tito Vilanova, durante un entrenamiento, el pasado julio. / periodico

Ernest Folch

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La madrugada del 1 de marzo de 1981 toda una generación descubrió qué quería decir ser del Barça. Llegamos felices a casa después de un memorable 6 a 0 contra el Hércules y nos despertamos con la terrible noticia del secuestro de Quini. Nos lo dijeron los padres y lo confirmaron los abuelos: estas desgracias solamente suceden en el Barça. Solo era posible que secuestrasen a un futbolista en el único club del mundo que tenía un presidente fusilado, un 11 a 1 en contra perpetrado a punta de pistola o el mejor jugador del mundo robado por el régimen franquista y entregado en bandeja al rival de toda la vida.

Pero pasó el tiempo, y entre Cruyff y Guardiola fuimos olvidando que la desgracia era uno de nuestros hechos diferenciales. En los últimos años habíamos subido al cielo, y justo cuando vivíamos en una nube maravillosa, con el mejor equipo del mundo, Messi, Xavi y Puyol renovados, un estilo de juego inimitable y el rival en plena agonía en medio de la peor crisis de su historia, ayer nos despertamos bruscamente del sueño. Los médicos anunciaron la recaída de <b>Tito</b> y de repente se nos fundieron los plomos. Por unos momentos volvió a invadirnos ese miedo ancestral que creíamos enterrado, como si hubiéramos retrocedido de repente a nuestra infancia. El mismo temor que venía a recordarnos otra vez que sí, que los abuelos tenían razón, que en el Barça pasan cosas que no pasan en ningún otro sitio y que en el fútbol, ¿¿como en la vida, de poco sirve hacer planes de futuro.

Pero superado el golpe inicial, queda la certeza de que la recaída angustiosa de Tito Vilanova es tan solo uno de los obstáculos que el destino nos coloca de vez en cuando para ponernos a prueba. Porque el Barça ha sido a menudo una de las mejoras escuelas de la vida que hemos tenido, por si alguien todavía creía que esto era solamente un simple juego de once contra once persiguiendo una pelota.

Ganar solo jugando bien

En plena dictadura, el país cantaba los goles de Kubala y Rexach con la esperanza de ser libre algún día. En democracia aprendimos, gracias a Cruyff, que la única manera de ganar era jugando bien al fútbol: el club se sacudió los complejos e impuso un juego único e inimitable que ha fascinado a medio mundo. Creíamos que habíamos llegado a la cima con Guardiola, pero Tito Vilanova nos enseñó que todo es perfeccionable si no se tiene miedo al cambio, y logró mejorar lo inmejorable. El pasado 25 de noviembre, en un partido histórico en el campo del Levante, Tito alineó por primera vez en la historia a 11 jugadores de La Masia. Era la culminación final del modelo, la conquista definitiva del Everest futbolístico.

En este largo camino de aprendizaje hemos aprendido que el Barça no se vive, se sufre. Y del sufrimiento salimos cada vez más fuertes. Tito Vilanova ya es parte de esta épica colectiva. Todos somos Tito.