Al contrataque

El PSC contra el PSC

Alfredo Pérez Rubalcaba (izquierda) y Pere Navarro, durante la Festa de la Rosa del PSC, el pasado domingo.

Alfredo Pérez Rubalcaba (izquierda) y Pere Navarro, durante la Festa de la Rosa del PSC, el pasado domingo. / periodico

ERNEST FOLCH

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Confirmado: el peor enemigo del PSC es él mismo. De aquellos 52 escaños de Pasqual Maragall a los paupérrimos 28 actuales de José Montilla se llegó a través de un viaje trágico donde el partido iba justo en dirección contraria al país: cuanto más soberanista se hacía la sociedad, más PSOE se hacía el PSC.

Y aunque a cada nueva cita electoral se confirmaba el error de la dirección, en lugar de hacerse la revolución esperada, optaba siempre por castigar la disidencia. Y así llegamos a la encrucijada decisiva del Onze de Setembre: a Pere Navarro no se le ocurrió ninguna idea más brillante que declarar, alineado con Josep Antoni Duran Lleida, que aquello no era en realidad ninguna manifestación independentista, que es el equivalente a decir que dos y dos hacen cero, y a partir de ahí comenzó el cúmulo final de despropósitos.

Al día siguiente del Onze de Setembre, lejos de reconocer que se había equivocado, el think tank del partido declaró que esa gran movilización en realidad fomentaba «la división», una palabra que le acercaba peligrosamente a los terrenos pantanosos del PP y Ciutadans. Para la historia quedará no solo que el PSC se autoexcluyó de la riada más importante que ha habido nunca en Catalunya, sino que primero la negó y después la atacó.

Hasta que llegamos al fin de semana, y la dirección, acorralada por los acontecimientos, se sacó de la manga la palabra «federalismo», un trasto oxidado que salía del armario como por arte de magia.

No me negarán que no es curioso que el juguete roto lo rescate precisamente el partido que envió Pasqual Maragall en aquel lejano 2005 a perder contra el propio PSOE la última batalla del federalismo, más conocida bajo el nombre de Estatut.

El domingo, la súplica de Pere Navarro a Alfredo Pérez Rubalcaba en la Festa de la Rosa para que pronunciara al menos una vez, solo una, el anacrónico «federalismo» fue convenientemente desatendida, tal y como marca la vieja tradición de vasallaje, este sí, asimétrico.

Expulsado del centro político

En realidad era igual, porque los ideólogos de la calle Nicaragua saben mucho mejor que usted y yo que al otro lado nadie comprará nada que se aleje un milímetro del sagrado café para todos. No es necesario que nos engañemos: este federalismo sobrevenido no es legítima tercera vía sino simplemente una maniobra de distracción, el último búnker que ha encontrado el aparato del PSC para ganar tiempo a la desesperada e intentar protegerse sin éxito del tsunami del Onze de Setembre.

A las puertas de unas más que probables elecciones, que quedarán vistas para sentencia en la obra de teatro que hoy representarán Artur Mas y Mariano Rajoy, el PSC llega expulsado del centro político, en caída libre, y como un partido marginal sobrepasado por ERC e Iniciativa.

Pero como no hay nada que no sea susceptible de empeorar, va Pere Navarro y lo remata diciendo que Catalunya es «triste y pobre», un gran eslogan electoral. Eso sí, cuando venga la enésima debacle en las urnas, todo será culpa de los demás.