Al contrataque

Capitalismo soviético

Vista aérea de las instalaciones de Aigües Ter Llobregat.

Vista aérea de las instalaciones de Aigües Ter Llobregat. / periodico

Ernest Folch

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Falta muy poco para que en Catalunya abrir un grifo sea un distintivo de clase. Estos días se escondía en forma de breve y como quien no quiere la cosa la última bofetada que nos han propinado en la cara: el recibo del agua subirá otro 18% a partir del 1 de enero. La medida, que se añade a la subida que se decidió en julio, ya sería por sí misma injustificable, pero cuando se contextualiza es directamente sospechosa: hace escasas semanas que se ha dado luz verde a la privatización de Aguas Ter Llobregat que, al igual que Tabasa, era una de las pocas empresas públicas con capacidad de generar beneficios a corto plazo. Unos días después de la venta anunciada casualmente en las últimas horas de la anterior legislatura se anuncia, también muy casualmente, otra subida del recibo. Que es lo mismo que decir que la operación la pagaremos todos dos veces: primero perdiendo un activo público que generaba ingresos y después aportando una subvención altruista desde nuestro recibo para financiar la operación. La jugada maestra consiste en hacer creer que no hay ninguna relación entre la privatización y la subida posterior de los precios, aprobada por cierto gracias a una repentina sociovergencia en el pleno de la AMB. Hombre, somos burros, pero no tanto.

En realidad, el mal viene de origen porque una empresa pública se vende siempre a un precio ridículo: no hay nadie que sea capaz de compensar la inversión que se ha hecho a lo largo de los años y tampoco ninguna empresa privada compra para perder dinero. Ha pasado lo mismo con empresas de telefonía, de transporte o de sanidad: con la excusa de que se mejora la gestión se regala un activo público insustituible.

Sigue el monopolio

En el caso de nuestra agua, lo más fascinante es que una vez se ha consumado el regalo, se siguen manteniendo los privilegios del antiguo monopolio. No se lo pierdan, porque el precio del agua se seguirá fijando de manera unilateral, sin ninguna alternativa real para el consumidor de poder acudir a una empresa de la competencia. Nos encontramos ante un sistema absolutamente innovador y creativo. Bienvenidos a la era del capitalismo soviético: me quedo una empresa pública a precio bajo y me beneficio de las ventajas del monopolio. Eso sí, todo perfectamente legal, que es el adjetivo perfecto que se pone hoy en día a los atracos de guante blanco, y si no que se lo pregunten a las víctimas de las preferentes. El resultado es que la tarifa del agua, un producto de primera necesidad, habrá subido un 25% este año, en plena crisis y cuando la población está sufriendo más que nunca.

Ya hace tiempo que sabemos que el Estado del bienestar está en la agonía final, por mucho que lo nieguen los que lo están destruyendo. Ahora hemos descubierto además que a las salvajadas del neoliberalismo debemos añadir la barbaridad de los monopolios comunistas. Por el mismo precio, mejor vivir en China.