Al contrataque

Nostalgias siniestras

ERNEST FOLCH

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La ocurrencia de una tal Cristina Cifuentes de vincular a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca con ETA parece una novedad en el siempre puntero I+D del PP de las sandeces políticas, pero en realidad es un antigualla que viene del túnel del tiempo. Desde los tiempos en que José María Aznar soñaba con que todo era culpa del terrorismo, incluidas las armas de destrucción masiva de Sadam Husein -que evidentemente nunca aparecieron-, se ha jugado siempre al juego mezquino de enfangar al enemigo con la violencia desde la autoridad aparente que te da ser víctima de ella. La estrategia aznarista culminó, como ya es sabido, aquel famoso 13 de marzo del 2004 en el que Ángel Acebes afirmó ante el asombro del mundo entero que había dos líneas de investigación abiertas.

Las declaraciones de Cifuentes, que de paso han servido para descubrir que existe una institución paranormal que pretende ser la Delegación del Gobierno en el mismo sitio donde este tiene su sede, nos han recordado que el PP, y todo lo que se mueve en el abismo que se abre a la derecha de su derecha, sigue todavía con las dos líneas de investigación abiertas, una de las cuales será siempre, por supuesto, el terrorismo de ETA. Desde el delirio recurrente de la Renault Kangoo hasta las víctimas de la hipoteca, todo sirve para mantener vivo el fuego atávico del enemigo terrorista, aunque sea desmentido por sentencias judiciales o el simple sentido común. El pecado de Ada Colau ha sido esta vez presionar a los diputados del PP para que cambiasen el sentido de su voto, y de la noche a la mañana ha pasado a ser oficialmente la portavoz de un comando itinerante.

Víctimas y verdugos

El comodín del terrorismo es mágico porque permite convertir al verdugo en víctima y viceversa. Y lo que es más importante, permite desviar la atención de lo esencial hacia lo superfluo: miren si no cuantos minutos de telediario dedicados a las fotos de González Pons mientras en España las entidades bancarias cómplices del Gobierno dejan a abuelos de 80 años tirados en mitad de la calle, si es que no suicidados. Para hacer posible el funambulismo de distraer a todo un país de cuál es el verdadero problema, había que encontrar una palabra disuasoria, y así es como un genio nos coló el escrache, vocablo que suena fatal y que sirve para esconder el temible -y este sí destructivo- de desahucio. El talento de Cifuentes ha sido encontrar el resorte que permitía recuperar la auténtica tradición del PP, que es la de poner un pasamontañas a todo lo que incomode, y perdida la batalla de la razón anularlo al menos por la vía de las palabras.

En un país donde el terrorismo ya no pinta nada y ya no preocupa a nadie, la paradoja es que solamente sigue vivo en la retórica vacía, pero recurrente, del entorno de un solo partido. Hecho que demuestra que solamente hay una cosa más siniestra que la nostalgia del franquismo, que es la nostalgia de ETA.