Al contrataque
Más masistas que Mas
Ernest Folch
Editor y periodista
ERNEST FOLCH
Lo más fascinante de esta aceleración vertiginosa que vivimos es que no tiene nombres ni apellidos. Estamos delante de una revuelta monumental de la gente anónima. Es aquella pareja de ancianos que fueron a votar a unas consultas soberanistas en unas urnas precarias de cartón. Es el chico con la estelada en la mejilla a quien nadie escuchó aquel 10 de julio. Es aquella madre que cambiaba los pañales de su niña bajo una bandera gigante el último 11-S.
Todo este movimiento imparable que viene de muy lejos ha conseguido finalmente el milagro: por primera vez una manifestación finiquita una legislatura y convoca unas elecciones con aire plebiscitario. Han tenido la suerte de encontrarse a alguien que los ha escuchado y los ha representado con dignidad, he aquí la gran virtud de Artur Mas.
Y es sorprendente pensar como hace poco menos de 15 días el president estaba a punto de ser atropellado por una manifestación a la que había decidido no asistir. El 11 de septiembre liquidó un pacto fiscal que era una utopía ante una mayoría absoluta del Partido Popular y terminó una triste legislatura, en la que no ha habido casi ninguna acción de gobierno remarcable, en la que por no prosperar ni siquiera ha podido prosperar la gran pifia de Eurovegas. Esta CiU que no tiene ningún proyecto para mostrar tiene, en cambio, el tesoro más preciado, el santo grial que buscan todos los partidos: tiene un líder.
Artur Mas es prácticamente el único capital político que tiene CiU, hasta el punto que, cuando no es él quien habla, se desvanece toda la magia. Y es que Mas ha demostrado un talento inaudito para subir encima de la ola que lo iba a arrasar. Se sobrepuso a una velocidad supersónica y se hizo suyo, aunque fuera un poco eufemísticamente, el grito del pueblo. Ha sido tan audaz que ha llegado a violentar el alma ambigua de su propio partido y el establishment ya no puede disimular la urticaria que le provoca.
Nuevo liderazgo
Pero este talento innegable ha provocado una riada de panegíricos pasados de vueltas y el nacimiento de una nueva ideología, conocida como el masismo, de una manera que por cierto recuerda mucho a los inicios del guardiolismo. El masismo comenzó como una lógica reacción entusiasta ante el nacimiento de un nuevo liderazgo, que todos reclamábamos desde hacía tiempo.
Pero en los últimos días, ya en plena campaña electoral, ha parecido que nos encontrábamos ante una nueva epifanía, ante la llegada de un nuevo Mesías, limpio de errores y libre de culpa. Lo curioso es que mientras el propio Mas reclama huir de los personalismos, una corte de aduladores más masistas que él mismo lo veneran de manera acrítica.
Cuidado, porque del masismo al mesianismo solo hay un paso. No es necesario que nos hagan pasar gato por liebre. Mas debe, en primer lugar, su éxito a la fuerza imparable de la gente. Son ellos, de momento, los primeros que han hecho historia.
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