El debate político en internet

Una brecha más que digital

El espacio compartido de las redes sociales rompe el modelo al que están habituados los políticos

El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, toma una foto con su móvil durante un acto oficial.

El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, toma una foto con su móvil durante un acto oficial. / EFE / VILLAR LÓPEZ

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JOAN CAÑETE BAYLE

Sucedió en uno de los encuentros entre políticos catalanes y ciudadanos que organiza EL PERIÓDICO. Una invitada le dijo al president de la Generalitat, Artur Mas, que para ella los políticos son «el cáncer de la democracia». Frase redonda, que de corporizarse en un tuiteo probablemente haría fortuna en forma de retuiteos y favoritos. Al president Mas no le gustó la expresión; su autora se explicó, se refería a la corrupción, al alejamiento de los políticos respecto de los ciudadanos, a que los dirigentes suelan ser fuertes con los débiles y débiles con los fuertes, a que esta crisis es una estafa. Político y ciudadana hablaron, y su conversación no cabe en 140 caracteres, no cabría en estas dos páginas. Se creó lo que Joaquim Brugué, director del Institut de Govern i Polítiques Públiques (IGOB) de la UAB, llama «espacios de diálogo» entre los representados y sus representantes. Pero lo del «cáncer de la democracia» no le gustó nada al president Mas, créanme. De haberse producido en Twitter, ¿sería un ejemplo de comentario ofensivo en las redes sociales al que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, quiere poner coto? Para contarlo todo: a los otros nueve ciudadanos que presenciaron el (des)encuentro, lo que les pareció fue que la ciudadana le cantaba al político las verdades del

barquero.

«Las redes sociales son una muestra de lo que pasa en la sociedad. ¿Qué podemos esperar de un país donde los políticos son considerados uno de los principales problemas, según el CIS? Pues que la gente está cabreada, y a la mínima oportunidad de dirigirse directamente a ellos lo hace y a veces no es elegante», opina Ignacio Escolar, director de eldiario.es. «La crisis de la política es en parte una crisis de distancia entre administrados y administradores -afirma Enric Marín, periodista y profesor de Comunicación en la UAB-. El modelo imperante responde aún a la lógica de la comunicación de masas, unidireccional, vertical, del político al ciudadano, y debería adecuarse al nuevo ecosistema, cada vez más dominado por la lógica de las redes».

Cabreo, distancia, oportunidad de hablar directamente con los políticos, crisis de la política, comunicación unidireccional y vertical, la lógica de las redes. En la polémica desatada por la intención del Gobierno de regular el discurso en las redes sociales se dan estos conceptos, estas disfunciones, estos desencuentros, estas disonancias. Como dice Marín, «lo que se dice en las redes es como si se dijera en la calle, es un espacio público, una ágora pública». Por tanto, si un comentario vulnera la ley

-«Hay mucha distancia entre quien se enfada, reprocha, abuchea a un político y quien lo amenaza o lo insulta gravemente», recuerda Escolar- se le aplica el Código Penal, se diga en la cafetería o con una arroba delante de un nick. Los trolls, los que aprovechan el anonimato para insultar, vejar, amenazar, desahogarse, son otra disfunción para la que las leyes actuales ya tienen respuesta.

Pero descontados los delitos tipificados, lo que queda son unos políticos y unos ciudadanos compartiendo un espacio de comunicación nuevo. Porque la diferencia entre la calle e internet es que uno no se encuentra, por poner un ejemplo, al presidente Mariano Rajoy en la cafetería. Y, sin necesidad de cometer un delito de injurias, sin necesidad de convertirse en un troll, un ciudadano de la España del 2014 al que le ponen a su alcance un dirigente político no suele sentir la inclinación de lanzarle flores.

Falta de costumbre

Y el político, de entrada, no está acostumbrado a ello. Y no le gusta mucho de lo que lee en su móvil, entre otra cosas porque no suele oírlo, porque el contacto cara a cara con los ciudadanos no es habitual. O en palabras de Pedro Padras, directivo de 54 años de El Masnou: «Los primeros en ofendernos a todos nosotros a diario son los propios políticos. Nos insultan, nos menosprecian, nos faltan al respeto, nos toman el pelo, nos engañan, nos defraudan, nos decepcionan, nos maltratan, nos roban, nos saquean, nos expolian, nos ultrajan, nos persiguen, nos asquean...» Ellos, los políticos; nosotros, los ciudadanos.

En este sentido, Twitter no tiene vida propia, Twitter es un reflejo de la realidad, o de una cierta realidad, tal vez más vociferante, tal vez más ruidosa, pero con un peso del que dan fe las manifestaciones larvadas y gestionadas y convocadas exclusivamente por las redes sociales.

Un reflejo de la realidad. Y una herramienta «de democracia y transparencia -afirma Cristina Gallach, portavoz del Consejo Europeo y especialista en comunicación política-, una fórmula democrática para que los ciudadanos se expresen. Y una forma de que los políticos se enteren de lo que piensan los ciudadanos». Pero como herramienta, dice

Brugué, «es algo que puede servir para reforzar la democracia o para debilitarla». A su juicio, «las redes sociales no son una revolución democrática». «Estamos en una encrucijada -opina Enric Marín-. Una calle nos lleva a profundizar en una política participativa, pero la otra opción es la del despotismo ilustrado: como el debate político es muy complejo, avancemos hacia una concepción tecnocrática de la política».

Las redes sociales transmiten mensajes, no cambian la realidad. «La red no es un elemento real de interconexión que una a gente de varios sectores e ideologías. En realidad la gente de una ideología determinada se retuitea entre ella», apunta Gallach. «Igual que la democracia no es solo votar, tampoco lo es emitir un tuiteo. Uno de los elementos tradicionales de la democracia es generar espacios de diálogo. Si el tuiteo se traduce en que la gente opina desde casa pero no tiene espacios de encuentro, esto puede acabar debilitando la democracia», dice Brugué, quien alerta del riesgo de que las redes sean «un lugar de desencuentro» que los políticos usen para propaganda y para demonizar al adversario, y los ciudadanos, para decir que todos los políticos son iguales; una herramienta para construir una «sociedad hooligan en la que o estás con los míos o estás con los otros». Parece que 140 caracteres sí pueden ser el reflejo de una

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