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Toti Roger:«Sigo mis emociones para no vivir la vida de otros»

Perseguidor de sueños, Toti Roger recorre lugares remotos de Latinoamérica con un camión de bomberos que lanza chorros de alegría

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Tras actuar en las dos ciudades más australes del planeta –Ushuaia, en Argentina, y Puerto Williams, en Chile–, el equipo de Sonrisas Nómadas [www.sonrisasnomadas.org] pone rumbo al norte. A bordo de un camión de bomberos jubilado viven y viajan el barcelonés Toti, la hongkonesa Kwan, y dos perros, Blau y Noir, más algunos artistas que se suman temporalmente al proyecto. Llevan recorridos 20.000 kilómetros, llevando la música y el circo a lugares humildes y aislados y viviendo del intercambio. Toti habla por videconferencia desde la localidad de Porvenir, en Tierra del Fuego.

–Usted iba para ingeniero electrónico.

–Estudié cinco años pero lo que yo quería era ser payaso y me acabé formando como educador social. Siempre me he preguntado qué es lo que me gustaría hacer con mi vida y qué es lo que sé hacer. Intento seguir mis emociones para no vivir la vida de otros. Sonrisas Nómadas es un proyecto egoísta, porque responde a una escucha interior, pero también tiene mucho de escucha a los demás.

–¿Qué tiene de los demás?

–Desde hace 20 años viajo por Latinoamérica, África y Asia y fue en Chiapas (México) donde escuché el reclamo de las comunidades de que sus hijos no tenían acceso a la cultura. Ahí empezó a gestarse el proyecto.

–¿Y por qué en un camión de bomberos?

–Yo había vivido diez años en un camión de 12 metros estacionado en Cardedeu, pero para este proyecto necesitaba un vehículo de doble cabina preparado para terrenos no asfaltados. Los bomberos de un pueblo suizo vendían su flota de camiones y fue así como compré el Dream Warrior (Luchador de sueños), que ahora es nuestro medio de transporte, nuestra casa y nuestra oficina.

–Tras actuar por Catalunya y España, en el 2016 embarcaron rumbo a América.

–Embarcamos en un barco mercante en Bélgica que hizo escala en Senegal, Guinea, Sierra Leona, Liberia y Brasil y al cabo de 30 días llegamos a Montevideo (Uruguay). Nuestra primera actuación fue en una escuela de Dolores, un pueblo de Argentina afectado por un tornado.

–Viven del intercambio.

–Trabajamos a cambio de gasolina y comida. Sonrisas Nómadas se mantiene en un 80 por ciento gracias al intercambio y el resto lo ponen los socios. Cada persona que viene a ver el espectáculo trae un puñado de arroz, un huevo, una zanahoria, pasta... Es la gente la que nos impulsa.  Al final lo que menos importa es el espectáculo, lo que importa es trabajar el intercambio, transmitir el deseo de hacer realidad los sueños y animar a adultos y niños a no reprimir sus emociones. 

–Habrá habido momentos malos...

–...[piensa] No tantos. El más curioso fue cuando después de comprar el camión fuimos a probarlo al Sáhara y nos quedamos tres días hundidos en la arena.

–¿Curioso? Otro hubiera abandonado.

–Lo mejor que te puede pasar es que al principio no consigas tu propósito, porque el éxito está en levantarse y volverlo a intentar. Se trata de caminar a favor y no en contra de las cosas. Siempre digo que este es un proyecto energético porque, una vez identificas lo que te gusta, mientras intentas que te salga eres feliz y lo transmites.

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–¿Cuál es su próxima parada?

–No lo sabemos nunca. No somos un proyecto de viaje, sino un proyecto educativo itinerante y siempre vamos a donde nos reclaman. Nos habían pedido que actuáramos en una comunidad de la Antártida donde viven seis niños, pero a causa del mal tiempo se han suspendido los vuelos. Lo hemos aplazado hasta que amaine y mientras tanto hemos puesto rumbo al norte. Nuestro lema, que está escrito en el remolque del Dream Warrior, dice: Persigue tus sueños, ellos saben el camino.