El radar

Tocar hueso

En esto de la sanidad uno suele contarla como le ha ido: agradecimiento eterno o cabreo cósmico

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Es un goteo incesante. Desde hace meses no dejan de llegar cartas que denuncian el estado en que se encuentra la sanidad catalana: aglomeraciones en urgencias, listas de espera, profesionales desbordados, la sensación de que el sistema sanitario está cogido con pinzas y se cae a trozos, de que la famosa frase de Artur Mas sobre los recortes («Hemos tocado hueso») suena a ese dentista que le dice al paciente, sentado desvalido y con la boca abierta, que esto le va a doler un poco. No es verdad: los recortes no duelen un poco, duelen mucho.

Siempre ha sido una tradición por estos lares criticar el sistema sanitario. Como (casi) nunca se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde, el sistema sanitario que hoy se añora (en Catalunya estamos hablando del anterior a la era de Boi Ruiz, para entendernos) entonces era pertinazmente criticado por muchos de los ciudadanos que ahora le tiran flores y le reconocen unas virtudes que antes le regateaban. En esto de la sanidad, uno suele contarla como le ha ido: si va bien, el agradecimiento es sentido y eterno; si va mal, el cabreo es cósmico. La diferencia es que las cartas que recibimos no suelen referirse a un caso concreto, contado con todo lujo de detalles médicos, sino que describen situaciones estructurales que se van repitiendo de un paciente a otro, de un hospital a otro, del Vall d'Hebron al Josep Trueta de Girona.

Urgencias: tiempos de espera, camillas en los pasillos, profesionales desbordados, una comparación que se repite como un lugar común: es como un hospital de campaña. «La infección era galopante. Tenían que ponerme vías para suministrar antibiótico y suero. En el pasillo no era posible hacer este trabajo y buscaron un sitio menos caótico. Me trasladaron a un almacén con cajas apiladas y armarios; en el habitáculo la camilla solo entraba en diagonal. La enfermera me puso una vía en cada brazo, para pasar de un lado a otro de la camilla tuvo que hacer filigranas porque el espacio era ínfimo. Después, de vuelta al pasillo» (Ariel Reinhardt. Pintor. Girona).

Listas de espera: citas imposibles con los especialistas, quirófanos cerrados, operaciones que no llegan, la comparación con las mutuas, la sensación de que la sanidad es europea porque es de dos velocidades según la cuenta corriente. «En septiembre del 2010 le detectaron a mi pareja un carcinoma en el pecho. Todo fue muy rápido, quimioterapia, mastectomía radical con ganglios afectados, posterior radioterapia. Todo muy rápido, pero llegó la crisis: la pusieron en lista de espera para ponerle una prótesis de mama. Los meses fueron pasando, y a finales del 2014 la llamaron para preguntarle si quería seguir en lista de espera, ya que llevaba mucho tiempo esperando. No se me va de la cabeza su imagen de resignación» (Manuel Gutiérrez, conductor de Bigues i Riells).

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Profesionales desbordados que hacen lo que pueden: «Cuando la vi ya no sangraba, pero pude ver que el ojo estaba muy enrojecido, y lloraba diciendo que no veía. A correr. (...) Nos quejamos de la Seguridad Social, de las larguísimas colas, de la poca empatía de algunos... Y sí, tenemos razón. Pero yo solo puedo decir que a mi hija unos grandes profesionales, grandes personas, que van más allá de lo estrictamente laboral, le supieron dar tres cosas imprescindibles para un paciente: esperanza, humanidad y todo su saber» (Mati Duque, pensionista de Barcelona).

Mientras entramos en periodo electoral; mientras los gobiernos hablan de recuperación; mientras las cifras macro desplazan en las portadas a las micro; mientras el virus de la gripe agrava aún más el estado de salud de un sistema anémico, en los hospitales, en sus salas de espera y en sus pasillos, los ciudadanos echan de menos el sistema sanitario que teníamos antes y que muchos dudan de que regrese. Sí, tocar hueso duele. Y mucho.