EL RADAR

Próxima estación: 'Gandía Shore'

No todos los casos particulares, por muy virales y escandalosos que sean, son extrapolables. A veces, un polvo es solo un polvo, ni más ni menos

Barcelona tiene muchos problemas, algunos de ellos están vinculados con la convivencia, pero no es 'Gotham City'. Es una ciudad viva

Estación de metro de la L9 de la Sagrera.

Estación de metro de la L9 de la Sagrera. / FERRAN NADEU

4
Se lee en minutos
Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

ver +

El vídeo de la semana es el de una pareja practicando sexo en una estación del metro de Barcelona a medianoche ("No lo llamen hacer el amor, es fornicar", dice una airada carta recibida en Entre Todos). El vídeo ha creado una enorme polvareda, y a juzgar por las reacciones, son legión los que se muestran escandalizados por el coito, encabezados por el líder del PP en Barcelona, Alberto Fernández Díaz, que ha dejado para la posteridad una frase en la que ha logrado unir a Ada Colau con la telebasura: "Colau no puede convertir Barcelona en un capítulo de 'Gandía Shore'". "Estamos muy hartos de este tipo de situaciones y por eso me he decidido a denunciarlo y hacerlo público", declaró a este diario el amigo de la joven que grabó el vídeo. Eso sí, tanta indignación no se ha traducido en denuncias de los que contemplaron el acto en directo a pie de andén, ya que ninguno de ellos ha presentado una queja por la escena de la que fueron testigos.

En una carta en la que denunciaba a quienes se cuelan en el metro con toda impunidad, Yaiza Torres escribía: “Estoy harta de escuchar eso de que 'esta estación está vigilada por cámaras de videovigilancia'. Igual que estoy harta de ver vigilantes sentados enfrente de su ordenador como si nada. ¿Qué estarán mirando? Porque mientras ellos están tan alucinados mirando la pantalla, dos personas han saltado los tornos y otras cuatro están armando jaleo en el andén sin que nadie les diga nada”. Después del vídeo de esta semana, se podría añadir que además de gente colándose, fiestas, agresiones, y actos incívicos, los guardas de seguridad del metro tampoco se enteran de cuando una pareja se pone a practicar el sexo en el anden mientras un corro de gente, algunos fascinados, otros asqueados, los había que divertidos, se congrega a su alrededor. A juzgar por lo que contaba en este diario Carlos Márquez en el reportaje 'Si el metro de Barcelona hablara... de sexo', lo de la coyunda en público en el metro de Barcelona, o en la misma calle, no es tan inhabitual. Y, que me disculpe la oposición municipal, sucedía desde mucho antes de que Ada Colau llegara a la alcaldía.

TERRENOS SUBJETIVOS

En términos de conversación pública, declararse enfurecido o indiferente respecto al vídeo es introducirse en terrenos muy subjetivos, cada uno tiene su umbral. En términos de normas de convivencia en el espacio público, las ordenanzas son las que son y están para cumplirse. Otro asunto es la sensación instalada entra muchos ciudadanos de que el metro es una especie de jungla subterránea en la que no rigen las normas ni las leyes. Las quejas y denuncias respecto a este asunto en Entre Todos son habituales, desde los que se cuelan hasta agresiones ante las que nadie, y eso incluye al resto de viajeros del vagón, suele mover un dedo, pasando por los músicos ambulantes, los que comen o fuman o beben en los vagones, el racismo, el mal trato a los discapacitados, la mala convivencia con los perros (y sus dueños)... Si los barceloneses se ven a sí mismos como incívicos en la superficie, se diría que el subterráneo es la primera estación del infierno de Dante, ahora con sexo incluido.

HISTORIAS QUE NO SON VIRALES

Noticias relacionadas

Y sin embargo, en el metro suceden otras cosas, de las cuales no hay vídeo, o si lo hay no se convierte en viral. "El día 15 de marzo mi hija viajaba por la mañana en metro. Llegando a la estación de Sagrada Família sufrió un desvanecimiento en el mismo vagón, donde fue asistida en el primer momento por los propios viajeros. En la misma estación llamaron a los servicios sanitarios que la trasladaron a un centro hospitalario (...) Muchas gracias a todos de corazón, y gracias por permitirme comprobar que aun podemos creer en el ser humano", escribió Ana María Roldán. "De regreso a casa después de donar sangre, mi mujer se desmayó en el metro de Barcelona ante mi hija de 9 años. Al caer al suelo, mi hija gritó pidiendo ayuda, y fueron muchas las personas que se acercaron a ayudar", nos contó Albert Santigosa. "Hace unos días, en uno de los vagones masificados del metro de Barcelona, concretamente de la línea 1, los pasajeros nos topamos con una encantadora melodía. (...) Una dulce voz que traspasaba nuestros prejuicios más indeseables cantaba mientras tocaba su guitarra. Al finalizar su positivo canto nos deleitó con un pequeño discurso en el cual declaró la guerra a todas nuestras cerradas mentes: 'No quiero que me den dinero. Solo quiero que sonrían y que me paguen con un abrazo, un poema, un dibujo, los cuelgo en las paredes de mi habitación, nunca los tiro. Lo prometo'", nos narró Carlos Madrid, cuya carta es una rareza: de la misma forma que las buenas acciones de quienes ayudan a gente que se desmaya en el metro no suelen ser noticia ni generar vídeos virales, los que aprecian a los músicos ambulantes en el metro no acostumbran a escribir para felicitarlos, a diferencia de quienes abominan de ellos.

UNA CIUDAD VIVA

Pasar de lo particular a lo general es obligación del periodismo y una tendencia natural en la conversación pública y en la acción política. Pero no todos los casos particulares, por muy virales y escandalosos que sean, son extrapolables ni generan una tendencia ni son representativos de la realidad de la ciudad. A veces, con perdón, un polvo solo es un polvo. Ni más ni menos. Es cierto que Barcelona tiene muchos problemas, y que algunos de ellos están vinculados con el civismo y la convivencia, pero no es Gotham City ni Gandia Shore ni tampoco una Arcadia feliz. Es una ciudad viva. 

Cartas relacionadas

Temas

Metro El Radar