M. ANTÒNIA PINZANO. 60 AÑOS, PENSIONISTA, BARCELONA

"No salgo de casa, me paso el día en la cama"

Entre Todos: Vidas en lista de espera / JOSEP GARCIA

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ANNA BORRÀS

«Me paso gran parte del día echada en la cama. Es donde mejor estoy». Maria Antònia tuvo que esperar 21 meses para ser operada de una hernia, en febrero del 2013, y ahora lleva otros siete a la espera de una segunda intervención.  Dolor, reposo y calmantes son su día a día. «Llevo tres meses sin salir de casa porque no me puedo mover», explica. Saturada, al  igual que la sanidad pública, a Maria Antònia la sobrepasa esta situación.  «Estoy muy, muy cansada».

Todo empezó en noviembre del 2009, cuando Maria Antònia sufrió un pinzamiento en la espalda que derivó en un dolor constante. Le diagnosticaron una pequeña hernia, pero los dolores no cesaban con los tratamientos. En mayo del 2011 se visitó en el Hospital de Sant Pau. «Me informaron de que era operable, pero la lista de espera era muy grande y no podían darme una fecha exacta», recuerda. «Nos pondremos en contacto con usted», le dijeron.

DE UN DÍA PARA OTRO / No fue hasta el 20 de diciembre del 2012 que la llamaron para darle fecha y hora. Para el día siguiente: «Vaya a hacerse los análisis de sangre». Pero la ilusión de Maria Antònia apenas duró unas horas. «El mismo día 20 volvieron a llamarme para decirme que la operación había quedado pospuesta». La espera se alargó hasta el 4 de febrero del 2013. Ese día sí, Maria Antònia fue operada. Al principio, la evolución era favorable, no notaba ningún tipo de molestia. Pero apenas tres meses después, en mayo, los dolores reaparecieron y Maria Antònia volvió al médico. Se sometió a una nueva resonancia y los resultados no fueron buenos: «Deben operarme de nuevo de hernias de disco».

Tiempo le sobra. Esperanza le falta. Entre los meses de junio y julio, Maria Antònia se sometió a un nuevo preoperatorio y vuelve a estar en lista de espera desde entonces. «Llevo trabajando y cotizando a la Seguridad Social desde los 14 años. Ahora que la necesito, es como si no existiese», lamenta.

Maria Antònia vive sola, y la ayuda de sus familiares es vital para ella: «Mi hermana y mi cuñado vienen a verme todos los días». También cuenta con una chica que se encarga de las tareas del hogar. El día a día, sin embargo, le juega malas pasadas. En dos ocasiones ha caído al suelo. «En octubre, mientras comprábamos en el supermercado de debajo de casa, me flojearon las piernas y me caí. Suerte tuve de que iba acompañada».

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El dolor ha pasado a formar parte de la vida de Maria Antònia, que lamenta que su calidad de vida va a peor: «Hace 20 años me operaron de un cáncer de pecho y me rehice. También he sufrido un linfoma, y me han operado de cataratas y de una rotura de menisco, y de todo ello me recuperé bien». Pero esta vez no parece ser igual. «Estoy más limitada. Antes hacía y deshacía a mi antojo. Ahora necesito ayuda para cualquier cosa».

 Así van pasando los días, pendiente del teléfono, y con muchas horas de cama. Para ella no es fácil coger una buena postura. «Una vez la encuentro, descanso mucho mejor», explica. Y cuando se levanta, su mejor aliada es la silla de madera del comedor. En el 2006 se le concedió la invalidez por enfermedad, pero nunca antes imaginó que podría llegar a tal extremo. Aun así, Maria Antònia sigue a la espera y con la esperanza de recibir pronto una llamada que le anuncie cuál será el día de su tan esperada operación. «No puedo permitirme pagar los cuatro millones de las antiguas pesetas que me piden las clínicas privadas».