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No es país para pactos

La coalición no forma parte de los usos políticos españoles ni por tradición ni por cultura social

En un momento de máxima exigencia, urge que al acuerdo no sea visto como una renuncia

Duelo a garrotazos, pintura de Goya.

Duelo a garrotazos, pintura de Goya.

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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"¿Realmente necesitamos un Gobierno?", se pregunta en una carta publicada esta semana Jon García, administrativo de Bilbao. Y puede ser una broma, sí, pero no deja de ser una pregunta  recurrente en la conversación pública después de que más de un mes después de las elecciones generales las fuerzas políticas españolas, las nuevas y las viejas, no han sido capaces de acordar un Gobierno.

De hecho, al menos oficialmente, hasta esta semana ni siquiera se habían puesto a hablar: mucha gesticulación (esas líneas rojas), mucho tacticismo, mucho golpe en el pecho, mucho terreno marcado y poco más. "Después de formar Gobierno, ya se podrán tratar todas las cuestiones que surjan, pero la prioridad es entrar y formar Gobierno. Poner un montón de condiciones antes de entrar me parece ridículo",  se lamentaba en otra carta Román López, maestro industrial jubilado de Arrasate. No ha sido hasta ahora ese el orden de los factores de los (viejos y nuevos) políticos.

Hay poca cultura del pacto, se dice, y esta idea se ha erigido como uno de los pilares de la conversación política desde el 20-D. Y es verdad, no es España país para pactos, porque en su etapa democrática moderna apenas los ha necesitado, porque ancestralmente la política española se parece más a 'Duelo a garrotazos', el famoso fresco que adornaban las paredes de la Quinta del Sordo de Goya, que a los grabados de los padres fundadores de la Constitución de EEUU dirimiendo sus (en algunos casos, profundas) diferencias con el dedo meñique alzado.

El pacto, la coalición, es un cuerpo sospechoso en la cultura política española. No están acostumbrado a ellos los políticos ni los medios. El primer tripartito catalán, por ejemplo, fue conocido como el Dragon Khan, mientras "lío" y "jaleo" son palabras que suelen acompañar a los titulares y las crónicas políticas allí donde los electores decidieron que era imperativo gobernar en coalición. Para ser justos, es precisamente eso, un jaleo, en lo que suelen derivar los gobiernos de coalición por estos lares. El pacto y  la coalición no acostumbran a ser vistos ni como una suma ni como una posibilidad, sino como una renuncia y una derrota de alguno de los pactantes. Hay casos llamativos, como el del reciente acuerdo en Catalunya, en el que pacto fue considerado como una derrota de todos los que lo subscribieron.

DE LA REGENERACIÓN A LA TRINCHERA

Pero no son solo los políticos y los medios los que tienen una escasa cultura de pacto. Esta también es difícil de encontrar en la conversación pública. Si antes de las elecciones predominaba el discurso de la pluralidad, la regeneración, la nueva forma de relacionarse entre representados y representantes, ahora el discurso ha regresado a las trincheras, cada uno en la suya, desde donde se señalan las líneas rojas en el ojo ajeno para ignorar las vigas en el propio. "Vista la falta de entendimiento hasta ahora, no echo la culpa a ninguno de los políticos que hemos elegido para el Congreso. Sencillamente porque son el espejo real de las inquietudes, desasosiego, desconfianza de cada uno de los ciudadanos de a pie", escribe Conrado Gallego, empleado metalúrgico de Berga, que añadía en su carta: "Unas nuevas elecciones no sería un fracaso de nuestros políticos, sino un fracaso de todos los españoles".

El discurso crítico de la ciudadanía hacia los políticos a veces obvia que algunas de las costumbres de los profesionales de la política son reflejo de las de la sociedad de cuyo seno  han surgido. En este caso, la cultura del pacto y del acuerdo es un bien  escaso en otros ámbitos más allá del político, desde el laboral o al académico hasta incluso el familiar o el de las relaciones de consumo. A veces, parece que el acuerdo tácito que genera más consenso en el país es el de las facturas sin IVA, gracias.

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Pero el que caso es que esta misma sociedad poco proclive al pacto ha encargado a estos políticos con escasa cultura de coalición en un sistema que no favorece los acuerdos entre partidos que lleguen a un acuerdo en un momento de máxima exigencia social, política, económica e institucional. Urgen pactos a todos los niveles, aunque sea a garrotazos.

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