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«Pongo luz en los agujeros negros de la memoria»

Argimiro Ferrero oyó de joven que el guerrillero Quico Sabaté estaba enterrado en Sant Celoni. El impacto de la noticia aún le dura

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«Pongo luz en los agujeros negros de la memoria»_MEDIA_1 / ANNA MAS

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Abandonada durante décadas, la tumba del cementerio de Sant Celoni donde está enterrado Quico Sabaté fue dignificada gracias a una iniciativa popular en la que participó Argimiro Ferrero, historiador y técnico del área de bienestar social del ayuntamiento de esta localidad del Montseny. En este espacio recuperado [foto], 'Argi' relata cómo su interés en el mítico guerrillero anarquista se ha ido convirtiendo en un proyecto de vida.

-¿Cuándo oyó hablar por primera vez de Quico Sabaté? Fue en el instituto donde oí que en el pueblo había enterrado un guerrillero. Yo era un adolescdente aficionado a las películas de Errol Flynn y a las historias bélicas y aquello me impactó. Lo mataron la víspera del día de Reyes de 1960 y lo dejaron tendido en el suelo cerca de una escuela mientras en el Ateneu se representaban los Pastorets.

-Años después se lo volvería encontrar. En la universidad me propusieron hacer un trabajo sobre Quico, en el que incluí una entrevista con el municipal que le descerrajó varios tiros en la cara y al que yo serví cafés cuando trabajaba de camarero. A partir de ahí seguí recopilando datos. Cada vez que entro en un archivo y encuentro algo nuevo siento que pongo luz en los agujeros negros de la memoria.

-Sabaté, ¿guerrillero o bandolero? Es un reto personal contribuir a que la gente tenga información para saber si estas personas eran realmente asesinos. La demagogia transformó su trayectoria de luchadores por la libertad. No tenían más remedio que apretar el gatillo porque libraban una batalla contra la dictadura y el fascismo.

-A muchos les costó la vida y el olvido. Es una lucha armada muy desconocida. Los anarquistas siempre han sido la bestia negra, pero para mí representan la esencia pura de la lucha y de la coherencia.

-A menudo ni siquiera los familiares conocían las circunstancias de su muerte. Una parte de este trabajo que me reconforta mucho es aportar información a familiares que no sabían cómo habían muerto sus padres, tíos o hermanos. Significa mucho que ellos crean en mí y me hayan confiado documentos inéditos.

-¿Había militantes políticos en su familia? No, pero vengo de clase trabajadora. Nací en Alemania, a donde mis padres emigraron desde una aldea de Zamora. A los 2 años me mandaron con mi abuela al pueblo porque no podían atenderme y en 1973 nos instalamos en Catalunya.

-¿Cómo ha influido en su vida cotidiana esa inmersión en el anarquismo? En casa siempre habíamos tenido animales y cuando comencé a estudiar el anarquismo abrí todas las jaulas. Desde entonces las gallinas campan libres. Recuerdo que me regalaron un canario y lo primero que pensé fue: «¡Libertad! ¡A volar!».

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-¿Se le ha pegado el virus antiautoritario? Tengo el sambenito de inconformista. Si veo que algo es injusto tengo que decirlo, aunque me cause problemas. Tengo dos hijas gemelas y les intento transmitir este espíritu crítico. Siempre les digo que en casa no manda nadie. Una cosa es que su madre y yo tengamos más edad y conocimientos y que nuestra opinión pueda tener más peso, pero las opiniones hay que argumentarlas y las cosas se deciden entre todos.

-¿Cuándo publicará su investigación? Me faltan algunas entrevistas, terminar de vaciar archivos y poner en orden la información. Pero el título del libro ya lo tengo. Será 'Tres hermanos contra Franco: Sabaté Llopart'. Además de Quico, estaban Manel -que fue víctima de ser hermano de quien era- y Josep, que dejó a un hijo de meses en Toulouse para venir a Barcelona, donde le mataron. Es hora de que ellos también salgan del agujero negro de la memoria.