No podemos acostumbrarnos

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JOSÉ MINGUELL

Mientras unos buscan motivos para enfrentarse a Goliat y los otros pretenden hacer cumplir los mandatos paternales para el bien de la familia, nos volvemos a encontrar con dantescos casos en los que la violencia de género reclama su macabro protagonismo aportando más víctimas.

Lamentablemente, otra vez, parejas o exparejas de mujeres han acabado con lo más preciado que tiene el ser humano, la vida. Justo cuando este domingo una nutrida marea rosa recorría las calles de Barcelona por una buena causa, plantando cara al cáncer de mama, desalmados sin escrúpulos decidieron imponer su fuerza bruta animal para apagar las esperanzas, las ilusiones y las posibilidades de aquellas que un día vieron algo bondadoso en los que hoy se han convertido en sus verdugos.

Pero son muchos los casos, demasiados, y no quisiera que ante el horror empecemos a acostumbrarnos a ver noticias como estas. No me basta con mover la cabeza de un lado a otro y decir «qué injusto es». No puede ser que interese más el fútbol que un atentado no contra una mujer, sino contra todos

nosotros.

Esas mujeres son las que han dado o pudieran dar como fruto a alguien, como tú o como yo. La base de toda sociedad, el núcleo familiar, se tambalea cada vez que ocurren dramas como los acontecidos. Ignorarlo es

ignorarnos.

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Deberíamos darle la importancia que se merece, por encima de ídolos del balón y políticos con claro afán de protagonismo. La base de todo se tambalea y mientras tanto, los coches siguen circulando por la Gran Via.

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