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Pere Rafart: «La mayor libertad creativa me la ha dado la magia»

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lpedragosa37609438 pere rafart contra contraportada170317185141 / ELISENDA PONS

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GEMMA TRAMULLAS

No tiene representante, apenas actualiza las redes sociales y sus originales actuaciones circulan sobre todo de boca en boca. Pere Rafart (Solsona, 1989) ha ganado el premio Memorial Ascanio 2017 –conocido como el mago del año–, un prestigioso galardón que la Sociedad Española de Ilusionismo concede desde 1979 y que ha recaído en magos como Juan Tamariz y Jorge Blass. 

–¿Es cierto que tiene pendiente recoger su título en la Universitat de Barcelona?

–Sí, me avisaron hace un par de años para que fuera a recogerlo y algún día tendré que hacerlo porque a mi madre le hace ilusión enmarcar los títulos. 

–Parece que a usted tanto le da.

--Me considero una víctima del sistema educativo. La ESO y el Bachillerato me interesaron muy poco. Tengo un grado superior en producción audiovisual y acabé la carrera de publicidad, pero en seguida me di cuenta de que no era lo mío. Por muy válido que seas y por muchas salidas que tenga lo que estudies, si no tienes pasión por lo que haces serás mediocre y eso genera frustración.

–¿La magia fue una vía de escape a ese sentimiento de frustración?

–Sí, siempre he sido muy creativo y también muy obsesivo. Me podía haber dado por tocar la guitarra o por esnifar cocaína, pero caí en la magia. Un día vi una actuación de un mago y me pareció divertido. Compré un libro de magia por internet, empecé a leer y ahora tengo una biblioteca de más de 200 libros de magia. Desde los 17 años pienso única y exclusivamente en la magia. 

–Incluso dejó un empleo bien pagado.

–Trabajaba en una multinacional de planificación de medios, pero me vi con 25 años atrapado en un despacho con bonitas vistas y no era lo que quería. Después de siete años viviendo en Barcelona, volví a Solsona con mis padres, cogí un local de ensayo y empecé a tomarme la magia en serio.

–Un cambio radical.

–El primer invierno fue muy duro, me dejé crecer la barba y parecía un náufrago. Han sido más de dos años de aislamiento, que a nivel creativo funciona muy bien, y ahora estoy recogiendo los frutos. He estado ensayando ocho horas al día y he leído todo lo que se ha publicado sobre magia en español en los últimos 20 años, más libros de antropología, psicología, filosofía... Leo unos 70 libros al año.

–Pues sí que iba en serio lo de obsesivo.

–Totalmente. Cuantos más conocimientos tienes más fácil es crear nuevos métodos y efectos, ese el fundamento de la creatividad porque al final se trata de relacionar cosas. Hago entre 80 y 90 actuaciones al año y cada día intento que todo el show sea de material original y único. 

–¿Cuánto tarda en idear un nuevo efecto?

–Ahora estoy probando un juego en el que entro con una copa que tiene una bola de bingo dentro. El público dice un número y yo enseño la bola, que lleva precisamente ese número grabado en la madera. Este juego me ha supuesto un año y medio de investigación. La idea, el planteamiento y la solución son míos ¡y además funciona!

–Ha encontrado su pasión.

–Escribo mis propios guiones, puedo expresar lo que quiero, generar emociones, crear imposibles... La mayor libertad creativa me la ha dado la magia y el momento que más disfruto es cuando estoy defendiendo mis ideas en directo.

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–Su personaje se caracteriza por el humor y el acento de pueblo.

–Hago magia cómica, aunque priorizo la magia por encima de todo, y exagero mi acento porque veo que hace gracia, sobre todo en España. También soy muy patoso, soy el que siempre se golpea con las puertas y se mancha, pero cuando llevas 10 años haciendo algo al final afinas un poco.