«Una playa corriente también tiene su riqueza»

Un poco más de media hora han reunido un botín compuesto por diez mudas de cangrejo, dos trozos de esponjas marinas, dos racimos de huevos de sepia y un fragmento de cerámica de la época ibera. Pablo Ruiz y su hijo Sergio peinan regularmente la orilla de la playa de Cubelles, desde la desembocadura del río Foix hasta la central térmica. Ambos contribuyen al proyecto Observadores del Mar, una plataforma web coordinada por el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona en la que 1.350 ciudadanos y entidades cuelgan fotografías y comentarios sobre sus hallazgos. 

–Llevan 241 observaciones en seis años.

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–Es algo que hay que cultivar y que lleva su tiempo. Nosotros venimos a pasear siempre que podemos, sobre todo los fines de semana. Al principio no sabíamos ni coger los cangrejos, pero a base de picotazos Sergio ha perfeccionado su técnica y ahora los difíciles los coge él.  Es un trabajo en equipo. 

  –Qué bonito es compartir esta experiencia.

–Es una manera de vivir la ciencia. Sergio ha hecho presentaciones en la escuela para explicar los  cambios que se producen en el ecosistema. Parece un juego, pero es muy importante, porque la información que aportas permite a los científicos tener una observación real del cambio climático, de la contaminación, de cómo desaparecen unas especies y se instalan otras... Lo ideal sería que hubiera mucha gente que lo hiciera, así se tendrían datos de todas las playas.

–¿Hay algún científico en casa?

–No. Yo me formé como técnico de mantenimiento de aeronaves, pero soy guardia urbano. Soy observador, meticuloso y me gusta mucho la fotografía, y cuando nos mudamos a Cubelles hace 15 años pude canalizar mi curiosidad en ese aspecto. Fíjese [señala un montón de piedras y arena], ahí hay varias mudas de cangrejo.

–¡Menudo ojo! ¡Si apenas se ven!

–Pertenecen a la especie Pachygrapsus marmoratus, que es un cangrejo muy habitual en el Mediterráneo. También estamos atentos a la presencia de especies invasoras. La primera reseña de Caulerpa racemosa, una alga procedente del Pacífico, la hicimos nosotros en el 2015. Y también registramos la segunda observación de cangrejo azul, que viene del Atlántico. Estuvimos tres días observando sus costumbres pero hubo un vertido de aguas fecales tras unas lluvias y no lo volvimos a ver.

–Manejan con mucha soltura los nombres científicos.

–Es como todo, hasta que no te lo explican no lo sabes. Cuando encontramos algo le hacemos una foto y la colgamos en la página de los Observadores [www.observadoresdelmar]. Ahí los biólogos validan la observación, identifican la especie y dicen de dónde viene. 

–El proyecto permite al ciudadano de a pie estar en contacto con los investigadores.

–Cuando encontramos una especie poco frecuente la recogemos, la congelamos y se lo decimos a Pere Abelló, del Instituto de Ciencias del Mar. Si le interesa, se la llevamos para que la incluya en un fondo material de especies. Hace poco llevamos dos ejemplares de Percnon gibbesi, un cangrejo invasor del Pacífico, y un pez piloto. El pez piloto no lo encontramos nosotros. Fue la abuela quien lo vio entre los boquerones que había comprado en el supermercado.

–Vaya, esto es contagioso.

–La clave es fijarse. Una playa normal y corriente también tiene su riqueza, pero solo te das cuenta cuando te adentras en este mundillo. A veces piensas que has hecho una pasada de hallazgo y luego resulta que es de lo más normal; o al revés, cosas que tú no les das importancia acaban siendo muy valiosas para los científicos.

–¿Algún hallazgo inesperado?

–Gafas. Es increíble la cantidad de gafas que arrastra el mar.