El mejor homenaje a Cruyff: salir y disfrutar

No es fácil decidir cómo rendir tributo a Cruyff: para el aficionado, el fútbol es territorio sentimental, ese gol que se cantó, ese regate que se soñó

Aficionados en el espacio de condolencias habilitado por el FC Barcelona en el Camp Nou para rendir homenaje a Johan Cruyff.

Aficionados en el espacio de condolencias habilitado por el FC Barcelona en el Camp Nou para rendir homenaje a Johan Cruyff. / Andreu Dalmau (EFE)

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

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¿Caben en un estadio los goles cantados en la infancia? ¿Puede el agradecimiento modelarse en una estatua? ¿Se dejan los sueños enfundar una camiseta con el número 14? No es envidiable la tarea de quienes deben decidir cómo rendir homenaje a la figura de Johan Cruyff, pues la decisión está condenada a quedarse corta. Para el aficionado, el fútbol es territorio sentimental, ese gol que se cantó, ese regate que se soñó, no en vano, como suelen decir los cronistas deportivos, los mitos se nutren de la pasta de la que están hechos los sueños.

En la hora de su muerte, la figura de Cruyff se ha convertido en puro patrimonio sentimental. De las rencillas terrenales nadie quiere acordarse,  y en cambio todo el mundo recuerda ese gol, ese regate y esa victoria, dónde estaba cuando Johan voló para batir a Reina, o a quién se abrazó cuando Koeman salvó la barrera de la Sampdoria y décadas de maleficio de un solo zapatazo. Sí, por supuesto, en términos puramente deportivos Cruyff fue doblemente grande, como jugador y como entrenador, y en términos puramente azulgranas poco o nada de lo que el club es ahora lo sería sin él. Esa es la parte que podríamos llamar racional, profesional, de su legado. Pero en ningún lugar está escrito que haya que saber de fútbol para soñar con el sonido del balón al besar las mallas, que al fin y al cabo no se conoce a nadie que haya ido a Canaletes para celebrar el 3-1-3-3, la defensa adelantada, a Alexanko de nueve, las superioridades y los pasillos interiores. En cambio, toda Canaletes botó cuando López Rekarte marcó el segundo, ¿te acuerdas?

Gracias” es sin duda la palabra más repetida en el debate abierto en Entre Todos sobre cuál es el mejor homenaje que el Barça y el barcelonismo le pueden rendir a Cruyff. Gracias “por el 0-5 y por el Dream Team” (Jordi Terris, Barcelona), y gracias por ser “un referente excepcional que enamoró y cambió el sistema de juego del fútbol mundial” (Rubén Sánchez). Agradecimiento también por “cambiar  el color sepia por el technicolor cuando en el Bernabéu asomó un cinco  en el casillero visitante” (Eduardo López, Terrassa) y por ser “la primera piedra de lo que es el Barça hoy” (Jordi Carbonell, Barcelona). ¿Cómo plasmar tanto agradecimiento? La idea de bautizar el Camp Nou con su nombre gana por goleada. También tiene adeptos la idea de erigir una estatua suya en el Camp Nou o bautizar una portería. La simbología del 14 está muy presente, pese a que ese no fue un dorsal que llevara a menudo en el Barça (en aquellos tiempos de alineaciones del 1 al 11 el suyo solía ser el 9 que hoy luce Luis Suárez). Hay quien sugiere que jugar al fútbol es la mejor forma de rendirle tributo (ya sea con un partido de homenaje, ya sea con un torneo) y hay quien no olvida los chupa chups con los que sustituyó el tabaco.

Muchas ideas, pues. Todas ellas pálidos reflejos del lustre de los sueños de los niños. Porque si gracias es la palabra más repetida al hablar de Cruyff, la segunda en realidad son tres: infancia, sueños, recuerdos. Escribe Josep Cassany, de Girona: “19 de marzo de 1974. Mis padres me han marcado un gol por la escuadra. Luzco la camiseta del Barça. Este ha sido uno de los mejores regalos de mi vida. Verlo jugar por la tele. Marcarle cinco al Madrid. Ganar la liga y yo, vistiendo la camiseta de Cruyff. Nunca aprendí a golpear el balón más lejos de la plaza de mi barrio pero, en todo caso, Johan me hacía soñar”.

La mejor forma de  honrar su memoria es mantener la idea cruyffista que ha hecho al Barça lo que es hoy y que hace soñar a tantos con ese gol, con ese regate, con esa victoria

Y esta es la aportación de Josep V. Madolell, de Barcelona:  “En el Camp Nou, el ambiente está impregnado de un intenso aroma, aroma Cruyff, ese aroma al que intentaron verterle vinagre, reducirlo con malos olores, un aroma fresco de libertad, alegría, de insumisión, de rabia profunda; aroma Cruyff con olor a Assemblea de Catalunya, a brazalete cuatribarrado, a se llamará Jordi 'per collons', a 'gallina de piel', 'a guanyarem a Wembley',  a colores --sin grises-- de optimismo, a reconocimiento, a gracias, gracias y mil veces gracias, a lágrimas de la fuente del pueblo llano”.

Y una historia más, la de Eduardo López, de Terrassa: “Cada 15 días íbamos al Camp Nou, espacio de libertad donde no te podían multar para enseñar una bandera, o una ikurriña cuando venía el Bilbao. Y yo, boquiabierto, a pie de césped, veía mis héroes jugar. De entre ellos, sobresalía uno. Más alto, más rápido, y de aspecto más joven y moderno. Yo, un niño, quería ser como él. Hoy todavía quiero ser como él. Ni político, ni empresario, no quiero tener poder. Quiero ser como Johan y, de la mano de mi padre, volver a ser un niño”.

Sí,el fútbol también es así.

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Tal vez el mejor homenaje a Cruyff no sean estadios ni estatuas, sino salir y disfrutar, es decir, mantener la idea cruyffista que ha hecho al Barça lo que es hoy y que hace soñar a tantos niños grandes y pequeños con ese gol, con ese regate, con esa victoria, ¿te acuerdas de la vaselina de Romario el día de su debut?

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