EL RADAR

Los parados invisibles

"Solo pido una entrevista de trabajo", escribe en una carta Carme Coté, de 56 años, en paro desde hace un año, después de enviar 800 currículums sin recibir respuesta

Cola del paro en una oficina del INEM en Madrid.

Cola del paro en una oficina del INEM en Madrid. / AGUSTIN CATALAN

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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'Solo pido una entrevista de trabajo'. El titulo de la carta de Carmen Coté lo dice todo. Carmen tiene 56 años, lleva un año en el paro, y en su artículo explica que en este tiempo ha enviado más de 800 currículums, sin que haya recibido ni una sola llamada para concertar una entrevista. Por no llamarla, no la han llamado ni de la oficina de empleo para asistir a un curso. ¿Será por la edad?, se pregunta Carmen. Será.

La misma historia contaba Francisco Marín Francisco Maríndesde Palma de Mallorca, que a sus 46 años de edad lleva en paro desde los 41: "He llevado personalmente el CV, lo he modificado varias veces, estoy en varias páginas de empleo por internet e inscrito en agencias públicas y privadas de colocación (...) En esta situación nos hacemos muchas preguntas sin obtener respuesta alguna, lo que hace aumentar nuestra desesperación y nos eleva la ansiedad. Preguntas como: ¿Por qué no tengo un hueco en esta sociedad? ¿Sirve de algo lo que estoy haciendo? ¿Por qué no me llaman?

El paro es angustianteparo, pero el desempleo bien entrado en la cuarentena o ya instalado en la cincuentena tiene una mayor dosis de agobio. Si los jóvenes que engrosan las filas de la llamada Generación Perdida se quejan de que el sistema económico no les deja labrarse un futuro, los parados en la cincuentena sienten una mezcla de menosprecio a sus capacidades y de miedo ante una vejez que ya no  es una hipótesis de futuro sino una amenaza. Si los jóvenes se lamentan de que no pueden emprender sus vidas y que el paro juvenil los obliga a permanecer en casa de los padres, los cincuentones advierten de que en muchos casos tienen hijos a su cargo a los que mantener. "Me considero joven, con ganas de trabajar, con una dilatada experiencia laboral, con más o menos estudios, pero con conocimientos que sólo con el tiempo se adquieren, con las ideas muy claras, y con las ganas más grandes del mundo de aprovechar una oportunidad", escribe Francisco Marín.

EN TIERRA DE NADIE

En tierra de nadie, demasiados jóvenes para otear la jubilación, y demasiado viejos para ser atractivos para los empresarios, en España hay 596.000 parados mayores de 55 años.  Cuando lees sus cartas, cuando hablas con ellos, suelen repetir una palabra: invisibles. Todo el mundo habla de los jóvenes. Todo el mundo habla de los jubilados. Nadie habla de ellos. Se sienten abandonados por la economía, por las administraciones y por la sociedad.

No hace mucho, en Entre Todos tuvimos un debate similar, pero a la inversa: la carta de la joven Giulia Fiore 'Los jóvenes hacemos todos los sacrificios y los jubilados, ninguno' incendió a los jubilados, generándose un debate con acaloradas réplicas. Giulia se lamentaba de que mientras los jóvenes pagaban el pato de la crisis y ni siquiera podían soñar con el mileurismo, los jubilados "han continuado manteniendo casi intacto su poder adquisitivo, puesto que ningún partido político se ha atrevido a hablar de la reforma de las pensiones, cosa que sí se han planteado, por ejemplo, en la vecina Portugal". De entre las muchas aportaciones al debate, destacan dos: Llorenç Guasch le recordaba a Giulia que el problema no es discutir sobre "quién recoge la migaja más grande": "Se trata de cuestionar lo que pasa en la mesa del neoliberalismo. Mientras los trabajadores sufren una ley laboral injusta y asfixiante, los jóvenes tienen que soportar un paro y unas condiciones de vida que dañan sus posibilidades personales y sociales, y los jubilados tienen que hacer de muleta de la familia, la banca tiene beneficios millonarios y cada vez hay mayores fortunas en España". En un artículo en este diario, Josep Maria Ureta lo zanjaba en una frase: "Cuanto más suba el salario mínimo mejor garantizadas estarán las pensiones. Principio intergeneracional".   

¿SERÁ DEMAGOGIA?

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Para su desgracia, ni a Carmen Coté ni a Francisco Marín el principio intergeneracional les vale, porque no están en ninguno de los extremos, son parados invisibles. La publicación de sus cartas han coincidido estos días con algunos titulares tremendos: 'España es el país con más desigualdades de la OCDE después de Chipre'; 'La desigualdad en España ha crecido 14 veces más que en GreciaGrecia'; 'La explosión de la desigualdad no es un fenómeno accidental, sino un efecto de la gestión de la crisisdesigualdad'; 'Una familia de Pedralbes es 7,2 veces más rica que una de Trinitat Nova'...

Muchas veces, cuando se cogen titulares como estos --basados en informes de Oxfam y del Ayuntamiento de Barcelona-- y se les pone cara y ojos, nombres y apellidos, para denunciar eso del 1% y del 99%, lo de la estafa a escala global que ha supuesto la versión neoliberal de la globalización, desde las filas de los que consideran que eso de "Hacienda somos todos" es un simple eslogan vuelan las acusaciones de demagogia, de manipulación, de que no se puede coger un caso y generalizar, de que después de estirar más el brazo que la manga toca la austeridad prusiana, que lo que toca es la economía en colores, que a dónde vamos a ir a parar con esos Tsipras Varoufakis de la vida... Será eso, que cuando Carmen y Francisco denuncian que no les llaman ni para una entrevista de trabajo son, además de parados invisibles, unos demagogos. Será.