"Los musulmanes en Occidente estamos muy a la defensiva"

Los participantes en el debate difieren sobre el peso de la religión en el Estado

5
Se lee en minutos
JOAN CAÑETE BAYLE / BARCELONA

«Llevo viviendo aquí 14 años y casi nunca he visto un programa en televisión sobre nosotros los musulmanes o sobre nuestros países que sea positivo. Nunca se habla bien de algo, nunca se visibilizan ejemplos positivos de la comunidad musulmana. Siempre que aparecen nuestros países, cultura religión son ejemplos negativos». En el debate organizado por EL PERIÓDICO con cuatro ciudadanos musulmanes residentes en Catalunya, estas palabras de Fatiha al Mouali fueron recibidas entre asentimientos.

En esta línea, el Estado Islámico (EI) es otra piedra en la muralla de lo que los asistentes consideran un muro de estereotipos. «Estamos a la defensiva», afirmó Mozdalifa, y el resto se mostró de acuerdo. «Por ese motivo -desarrolló la idea Huma- estamos preocupados, y trabajamos con nuestro entorno para explicar a los compañeros de trabajo, a los vecinos que el islam es una religión de armonía, que somos iguales a cualquier otra persona, sea cristiana, sea de la religión que sea. En este sentido es muy importante el trabajo contra los rumores que están haciendo muchos ayuntamientos catalanes. Y nosotros tenemos que poner de nuestra parte: esforzarnos por integrarnos, adoptar la cultura que nos recibe y mantener al mismo tiempo la nuestra, aprender el idioma, trabajar

contra rumores y estereotipos».

La paz

 Es este un argumento muy habitual y extendido de un extremo a otro del mundo islámico: que el islam es una religión de paz -«Islam procede de la palabra salam, paz en árabe», recordó Ehab-, que los fundamentalistas como el EI se apropian sin derecho de la religión, que la suya es una lectura sesgada del Corán. Fatiha vinculó el fundamentalismo al analfabetismo: «Grupos como el EI no representan al islam, representan tan solo a su propia manera de pensar y de actuar. Adoptan el islam para legitimizar su existencia, para captar el interés de jóvenes que viven en la desesperación y que en realidad desconocen su propia religión. Tenemos a muchos jóvenes de aspecto musulmán que en realidad desconocen el islam. De hecho, muchos no pueden leer el Corán. Pongamos el ejemplo de Marruecos: en un país en el que el 60% de la población no sabe leer ni escribir, ¿cómo van a entender el Corán y sus enseñanzas? Si tú no tienes acceso a lo que explica el texto, necesitas a otra persona que te diga lo que está escrito. Si esta persona te quiere manipular, lo tiene más fácil».

Petróleo y gas

Por tanto, se argumentó en la mesa, el EI no es un asunto religioso, sino un problema político en el que tienen tanto peso las cuestiones internas de cada país como las injerencias externas, en el que se mezclan el control por los recursos naturales (petróleo, gas) y la fractura entre sunís y chiís explotadas por aquellos países, como Arabia Saudí e Irán, que quieren ser potencias regionales. Es un ejemplo más de la encrucijada política en la que están instalados los países árabes y musulmanes desde hace décadas: o los gobiernan dictadores en muchas ocasiones aliados de Occidente o mandan movimientos islamistas de todo el espectro político, desde los Hermanos Musulmanes a los talibanes. Ehab lo tiene bastante claro: «No hay que mezclar religión con el Gobierno». Fatiha, no tanto. «El problema de Irak y Siria no es mezclar religión con política; es un problema político. En la historia hay muchos ejemplos de masacres en nombre de ideologías sin vinculación religiosa».

Huma opinó que el Gobierno de un país debe ser «representativo de lo que quiere la mayoría. Si la mayoría quiere un Gobierno laico, debe ser un país laico; si la mayoría lo quiere religioso, debe ser religioso». Y Mozdalifa recordó que la democracia es algo más que votar para saber qué piensa la mayoría: «Antes de votar, la gente tiene derecho a la información, a la educación, a la sanidad para saber distinguir lo que le conviene y lo que no. Antes de todo, educación, sanidad, información, libertad. Después, ve a votar y elige».

«Los árabes --razonó Ehab-- decimos que queremos la democracia pero en realidad no la queremos, no estamos preparados. El Gobierno tiene que ser un poco fuerte para controlar el país». «Lo que ocurre en el mundo árabe --afirmó Fatiha-- es que a algunos de dentro y a algunos de fuera no les interesa la democracia, la democracia está entre comillas, dependiendo de los intereses de las potencias internacionales». Y al hilo de la conversación sobre democracia y el doble rasero occidental se citaron, claro, los ejemplos de Argelia, de Hamás en los territorios palestinos ocupados, del derrocamiento de Mohamed Morsi en Egipto. El sentir de la mesa iba en la línea de lo que escribió una vez el prestigioso periodista británico Robert Fisk: a ojos de Occidente, los árabes tienen la manía de votar siempre lo que no toca. Cuando pueden hacerlo, claro.

El caos

Noticias relacionadas

En este sentido, las atrocidades del EI -igual que lo sucedido con Morsi o el caos que aún hoy es Libia- tienen otra consecuencia: «Mucha gente que no tiene garantizados los derechos básicos renuncia a salir a la calle a protestar porque tiene miedo de que las manifestaciones acaben destruyendo el país como en Siria o Libia. Ese es otro mensaje que envía el EI», afirmó Fatiha, quien añadió: «Tú puedes salir a la calle por una buena causa, pero esta causa puede acabar en manos de otros grupos con otros intereses que acaben destruyendo el país. Como marroquí yo no estoy dispuesta a destruir Marruecos por mucho que no tenga garantizados derechos básicos como la educación o la sanidad. Prefiero la paz que tiene la gente ahora, que puede salir a pasear, a comprar, aunque sepa que la riqueza del país está en manos del 5% de personas. Prefiero eso a Libia o Siria».

Porque Siria es ahora, en palabras de Mozdalifa, «el caos y el horror». Y la sudanesa rubrica el debate: «El terrorismo no tiene ni religión ni raza, es puro terror. Antes era Al Qaeda, ahora es el EI, mañana será otra cosa si nada cambia. En los países árabes y musulmanes hay petróleo, pero también desigualdad y pobreza y no se respetan los derechos humanos». Un caldo de cultivo. Una cuestión, por tanto, política.