VECINO, EIXAMPLE

Jordi Hernández: "Intentamos parar el golpe, convivir con paciencia"

Jordi Hernández, en la portería de su edificio, cerca de la Sagrada Família.

Jordi Hernández, en la portería de su edificio, cerca de la Sagrada Família. / CARLOS MONTAÑÉS

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Jordi Hernández es informático y vive con su madre en un edificio a dos calles de la Sagrada Família, en pleno Eixample. Es una finca de los años 20 del siglo pasado, que la comunidad intenta conservar en buen estado, con un ascensor de madera imprescindible para los vecinos y en la que han impuesto ciertas normas de seguridad -«la puerta de la finca, siempre cerrada; los interfonos están desconectados y solo se puede abrir desde la calle con llave»- para  la tranquilidad de los vecinos, muchos de ellos mayores.

Una tranquilidad que muchos vecinos consideran perturbada  desde  la Navidad del 2012, poco después de que un propietario nuevo decidió convertir su piso en un apartamento turístico. La nueva situación genera sensación de falta de seguridad en el inmueble -«los inquilinos son personas extrañas, dejan la portería abierta...», explica Jordi-, mal uso y sobreutilización de zonas comunes

-«mantener el ascensor en funcionamiento depende del buen uso, de no sobrecargarlo...»— y ruidos nocturnos

-«sufrimos sus idas y venidas a deshoras»—. La agencia que gestiona el piso se encarga teóricamente de explicar a los inquilinos ciertas normas de convivencia, pero aun así no acostumbran a cumplirlas y, como no hay ningún responsable in situ, les toca a los vecinos recordárselas.

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Jordi se siente hasta cierto punto traicionado. «Es una agresión a los vecinos propiciada por la administración: el propietario del piso obtiene una licencia para una actividad sin consultar a los vecinos, le basta con comunicarlo», dice. Por eso, conscientes de que es una situación que les viene impuesta, en esta comunidad han optado por evitar enfrentamientos. Mantienen contacto con el propietario vía agencia y por correo electrónico le hacen saber sus quejas. «Nuestra estrategia consiste en parar el golpe: hemos cambiado los estatutos para impedir que haya más casos», dice. Y para lidiar con el problema actual, «mucha calma y paciencia, no romper la comunicación e intentar convencer al propietario de las consecuencias que tiene su opción de negocio». Pero sin bajar la guardia. «Cualquier irregularidad o incidencia puede contribuir  a que le retiren la licencia», añade.

DEFICIENCIAS  Reconoce que es una falsa convivencia; convivir se le antoja imposible, como mucho se trata de tolerar. En su opinión, la residencia turística exige ofrecer un servicio de atención y de calidad, y lo que pasa ahora es que «el propietario cubre las deficiencias con los vecinos». Un truco de propietarios que buscan sacar rendimiento fácil al piso sin  alquilarlo por periodos largos. «Es cierto que somos un país turístico, pero ¿a costa de qué? ¿Este es realmente el modelo turístico que queremos?», se pregunta Jordi.