GENTE CORRIENTE

Etleva Aleksi: «Interpretar supone a veces implicarse emocionalmente»

Ser traductora e interpretadora de albanés la ha llevado a mediar en importantes conflictos sociales

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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Gavà, 2017. El Ayuntamiento quiere proponer a las prostitutas de la ciudad una vía alternativa al negocio del sexo pero hay un problema: muchas de ellas sólo hablan albanés. Por eso llaman a Etleva Aleksi (Berat, Albania, 1967), traductora e interpretadora de dicho idioma, que se encarga de mediar con las mujeres cara a cara. La mediación no es nueva para ella: en el 97 ya trabajó con la OTAN en el conflicto albanés, y también en la guerra de Kosovo, cuando dos años más tarde atendió a los kosovares desplazados a Catalunya.

-¿Por qué traductora e interpretadora?

-Estudié Geografía en Albania pero nunca me gustó la enseñanza, la única salida que le veía. Allí fui voluntaria de la Cruz Roja: siempre me ha llamado la atención el ámbito social. Cuando vine, en el 1991, me empezaron a salir trabajos de traducción e interpretación y ahí sigo.

-¿Qué conlleva exactamente?

-La traducción se refiere a reproducción de documentos; la interpretación, a simultaneidad oral de una declaración personal. Ésta segunda se presta a cierta implicación por parte del profesional en casos limitados.

-¿A qué se refiere?

-El ámbito documental no deja margen. El oral algo más. Cuando trabajo en causas judiciales, interpreto siempre en primera persona: ahí no cabe implicación porque está en juego la libertad de alguien. Pero otras veces, cuando me lo piden, la interpretación acaba suponiendo una mediación con implicación emocional.

-¿Por ejemplo?

-El caso de las prostitutas de Gavà es un ejemplo claro. Antes de ir a hablar con ellas, me reuní con una asistenta social que me pidió que, además de interpretar, intentara acercarme personalmente a ellas para que confiaran en nuestras soluciones.

-¿Había realizado previamente alguna mediación?

-En el 1997, cuando la gente se armó en una Albania desestabilizada, la OTAN envió tropas para evitar el conflicto bélico. Yo fui con ellos y trabajé de mediadora entre autoridades locales y cascos azules. Te tenías que implicar un poco, no, bastante…en cierto modo hice de barrera entre el pueblo y el destacamento militar. También trabajé en la guerra de Kosovo, en el 1991, cuando muchos kosovares se desplazaron a Catalunya. Mi trabajo consistió en ayudarles con las cosas básicas porque no sabían ni una palabra de castellano.

-Volviendo al tema de Gavà, ¿cómo se tomaron las mujeres la voluntad de ayudarlas?

-Nosotros les dimos información de las direcciones de servicios sociales, posibles cursos de catalán o castellano o gratuidad de facturas de luz y agua hasta que encontraran trabajo. Su primera reacción fue: “A ver qué quieren estos, que yo ya tengo mi vida”.

-¿Qué le explicaron?

-Muchas decían estar allí libremente. No sabemos si es verdad. Si tuviera que trazar un relato mayoritario, sería el de que han venido aquí porque tienen que mantener a su familia en Albania; alguna me dijo que vino para buscar trabajo, pero que al no encontrar optó por la prostitución porque “se gana un poco más que fregando platos”.

-El Ayuntamiento de Gavà dice que su intervención fue crucial.

-Poderles hablar en su idioma generó proximidad. Lo vi cuando la trabajadora social les habló en castellano: la barrera de las chicas fue bestial. Pero cuando les hablé en albanés vieron que el proyecto iba en serio.

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-¿Cree que dará resultado?

-No sé qué pasará, pero creo que el trabajo fue bueno porque pudimos hablar con ellas de manera muy personal. Una de ellas me dijo: “Hacemos esto porque tenemos que sobrevivir”. Esa misma chica me aseguró que tenía carencia de afecto.