Innovación para salir de la crisis

La UE aumenta la inversión en investigación con el objetivo de que los estados miembros lleguen al 3% de su PIB en el 2020

España ha rebajado el presupuesto en I+D+i hasta niveles del 2002 y solo incrementa la partida militar

Entre todos. ¿Cómo nos afecta Europa? Opina Rafael de la Torre, director del programa de investigación en Neurociencias del IMIM. / MÒNICA TUDELA

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MARC ESPÍN / Barcelona

Que el aceite de oliva virgen es beneficioso para la salud se sabía en los países mediterráneos desde hace muchos años, pero su efecto como protector cardiovascular no se demostró científicamente hasta hace una década, gracias a una investigación cofinanciada por la Unión Europea. Rafael de la Torre, director del programa de investigación en Neurociencias del IMIM, se siente orgulloso de haber participado en aquel proyecto. La inversión pública en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) es importante porque «crea riqueza y progreso», dice. Y en España es especialmente necesaria, advierte, porque «una economía basada solo en la cultura del ladrillo o del turismo no es competitiva».

España parece no tenerlo claro, pero sí Bruselas, que desde 1984 no ha dejado de incrementar la inversión en I+D+i hasta situarla como una de las cinco prioridades políticas para los próximos siete años. Los países de la UE invirtieron algo más del 2% de su PIB en el 2011, muy por debajo de EEUU, Japón o Corea del Sur. El objetivo es llegar al 3% en el 2020. Para lograrlo, la UE ha presupuestado unos 80.000 millones de euros para los próximos siete años, un 30% más que en el último septenio, solo en el programa marco Horizonte 2020, sin contar la parte nada despreciable que sale de los fondos estructurales. Bruselas quiere contribuir así a la superación de la crisis y ayudar a transformar el modelo de crecimiento europeo en uno más sostenible, basado en el conocimiento y la innovación.

Pero más allá de la cuantía,  es importante saber cómo y en qué se invierten todos esos millones. Hasta ahora la financiación priorizaba la investigación teórica y descuidaba la aplicación práctica, un error que, para Pilar Dellunde, vicerrectora de Investigación de la Universitat Autònoma de Barcelona, se ha subsanado: «El nuevo programa pone el énfasis en solucionar grandes problemas sociales», como la salud, la energía, el medioambiente, el transporte o la seguridad alimentaria, «que han pasado de ser temas reservados al ámbito político a contar con una importante participación de la comunidad científica». Esa apertura es positiva, aunque según el economista Arcadi Oliveres, la investigación europea tiene un problema de base: «Ignora el bienestar social porque está al servicio del mercado, de las grandes empresas».

España, a la cola

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En España, la partida presupuestaria destinada a la industria militar ha crecido el 39,5% respecto del 2013, casi el mismo porcentaje en que ha disminuido toda la inversión pública en I+D+i desde el 2009, cuando alcanzó su récord con 9.673 millones de euros. «Aquel aumento atrajo a muchos investigadores que estaban en el extranjero», recuerda De la Torre, que ahora ve como se está perdiendo «una generación de jóvenes para los que no hay trabajo». Unos 12.000 científicos han perdido su empleo desde el 2010. Además de los recortes, que han devuelto la inversión a los niveles del 2002, los investigadores se quejan de que los planes estatales de investigación no dan recursos para contratar personal, los requisitos no son siempre claros y no se respetan los plazos de las convocatorias. Las últimas llegaron con 11 meses de retraso.

«La financiación del sistema español es insuficiente», dice De la Torre. Solo tres de los 27 investigadores de su equipo se financian con fondos españoles, por lo que  debe buscarse la vida para lograr contratos con la industria o con fundaciones e institutos de salud de otros países. Por eso, aunque los programas marco europeos son solo complementarios, son un recurso importante para la ciencia española. «La UE da más dinero por proyecto para que pienses a lo grande», explica el científico. España es el quinto estado de la UE-28 más beneficiado por esos programas, que desde el 2007 le han aportado 3.000 millones, lo mismo que el Gobierno ha destinado al rescate de Novagalicia Banco. Una cosa es inversión, la otra es gasto. Inversión son los casi dos millones de euros europeos que sirvieron para demostrar los beneficios del aceite de oliva. Inversión son los 250.000 euros españoles que han ayudado a De la Torre y a su equipo a dar con un tratamiento que mejora el rendimiento cognitivo de las personas con síndrome de Down y que estará listo en junio.