EL RADAR

La huelga más molesta

La protesta de los empleados del transporte público irrita a muchos ciudadanos

A los huelguistas se les acusa de perjudicar a trabajadores como ellos que necesitan moverse

Viajeros en la línea 5 del metro de Barcelona.

Viajeros en la línea 5 del metro de Barcelona. / RICARD CUGAT

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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La carta de Maria Lourdes Vilanova, de Barcelona, lo tenía todo para ser un éxito en plena semana de huelgas en el metro y Rodalies. Contaba la historia de cómo su nieta había sido separada de sus padres a causa de la aglomeración en los andenes en alguna de las franjas horarias en que desarrolló el paro y, a partir de esta experiencia angustiosa para la niña, afirmaba: "Después de sufrir las diversas huelgas de autobuses y metro, no nos podemos sentir solidarios con las reivindicaciones de los trabajadores. Las huelgas están afectando a miles de trabajadores que quieren mantener su puesto de trabajo y están en peores condiciones laborales, pero no trabajan en un lugar tan estratégico (…) ¿No hay otras formas de presión para negociar vuestros derechos que no afecten tan directamente a vuestros iguales?"

Este párrafo es un resumen perfecto del sentir de muchos ciudadanos con los trabajadores de TMB y de Rodalies: incomprensión e indignación, porque los máximos perjudicados de los paros convocados por unos trabajadores para mejorar sus condiciones de trabajo son otros trabajadores, no la empresa. "Lo que está pasando con los "trabajadores" del metro es absolutamente vergonzoso. Tengan claro que no están defendiendo sus derechos sino sus privilegios y lo hacen de la peor manera, perjudicando a gente que gana 900 euros al mes y a la que llegar tarde a su trabajo le supone el despido", escribía Laura Español, de Barcelona; "Señores, es imposible solidarizarse con ustedes y me duele, como trabajadora que soy y sabedora de que la huelga es el máximo derecho que nos asiste como tales. Pero, ¿quién vela por nuestros intereses cuando llegamos tarde un día tras otro al trabajo? ¿Quién se hace cargo de los gastos que esos retrasos nos ocasionan porque alguien ha de recoger a tus hijos del colegio porque tú no llegas?", argumentaba Carmen Pérez de Cerdanyola del Vallès, en una carta destinada a los trabajadores de Rodalies. Y hemos recibido en Entre Todos muchas más.

DEFENDER LOS DERECHOS LABORALES

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También recibimos cartas en el otro sentido, claro, pero sus argumentos resuenan menos en la conversación pública. "En los últimos días, proliferan cartas de los lectores en las que usuarios de metro se quejan de la huelga de los trabajadores de dicha empresa. De hecho, no solo se quejan sino que cargan contra los trabajadores por 'dificultar' su vida, incluso se plantea que los servicios mínimos deberían ser más extensos, lo que en sí desvirtuaría el objeto de cualquier huelga. Curiosamente, nadie critica a quienes abocan a esos trabajadores a ejercer dicho derecho", escribía Carlos Muñoz, de Cerdanyola del Vallès. "Los trabajadores del metro no son privilegiados, ya que sus salarios derivan de muchos años de conflictos, luchas y defensa de sus derechos. No podemos pensar que, como el actual mercado laboral está como está, todo el mundo a cobrar 500 euros y ya está. Hay que luchar más por nuestros derechos y dejarnos de criticar a quien los defiende", exigía Antonio Ruiz, de Badalona.

Huelgas como la del transporte público son muy impopulares. En el caso de Rodalies, además, llueven sobre mojado de un servicio indigno de una ciudad como Barcelona. Como escribía en su carta Maria Lourdes, es muy difícil para los ciudadanos afectados solidarizarse con los trabajadores cuyos paros dificultan en gran medida la vida cotidiana. Pero la lectura del cruce de argumentos al respecto, escritos en ocasiones mientras se espera la llegada de un metro abarrotado prevista para dentro de veinte minutos, arroja otra conclusión: hasta qué punto la degradación del mercado laboral ha hecho posible que se llame privilegiado a un trabajador que gana un sueldo razonable. "Por mucho que sean trabajadores no tienen derecho a realizar ninguna huelga, están cobrando 18.000 euros anuales", escribía el lector David Olmo.